Es fantástico que haya portavoces parlamentarios que puedan acudir a un debate político con las réplicas a los discursos ajenos ya redactadas e impresas. ¿Cómo les es posible escribir respuestas a argumentos que todavía no han oído?
El extravagante fenómeno, del que ayer tuvimos varias manifestaciones en la Cámara de Vitoria, tiene dos explicaciones, que pueden parecer contradictorias pero que resultan perfectamente compatibles.
La primera es que a muchos políticos les da igual lo que diga el contrario, porque ellos van a soltar su rollo y no sólo les es indiferente lo que puedan decir los demás, sino que tampoco se atreverían a improvisar, porque lo mismo se les ocurre una idea nueva y se meten en un lío.
La segunda explicación es que, como rara vez los otros emplean algún argumento que no hayan sobado previamente hasta el hartazgo, el guión general puede escribirse de antemano sin mayor problema. Los unos saben lo que van a decir los otros y los otros lo que los unos les van a responder.
El parlamentarismo vasco –entristézcanse los nacionalistas– es clavadito al español. Las disciplinas de los grupos son tan estrictas y asfixiantes, no sólo a la hora del voto sino también a la de las argumentaciones, que casi todos los plenos podrían evitarse, para no aburrir demasiado a la parroquia. Todo lo que dicen y todo lo que hacen está previsto. Incluso cuando hay un voto distinto, con el de ayer de EHAK, está decidido de antemano por la corporación política respectiva. Podrían reunirse los representantes de los grupos por su cuenta, en petit comité, y dejar el asunto resuelto en cinco minutos, sin tenernos tanto tiempo a pie de radio o a tiro de tele.
Algunos me dirán que Fulano o Mengano estuvieron bien y dijeron cosas de interés. Pero apuesto doble contra sencillo a que lo que les gustó de lo que dijeron Fulano o Mengano –a mí también me pasó– coincidía con lo que ellos ya pensaban previamente. Pasamos un montón de tiempo para acabar igual que empezamos. Lo único que obtuvimos en concreto ya lo teníamos adquirido a las 9 y media, antes de iniciarse la sesión: un 34 a 33, que da igual lo rácano que sea, porque aunque hubiera sido más amplio se lo cepillarían igual a su paso por las altas instancias del Estado central.
Y vuelta a
empezar.
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(Aparecido en Noticias de Gipuzkoa el 28 de junio de 2008)
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