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2001/07/09 06:00:00 GMT+2

Yahvé, Alá, Dios...

Nota.- Me llamaron ayer al mediodía de "El Mundo" para ver si podía escribir una columna para hoy. Cosa de sustituciones de vacaciones no muy bien planificadas, se ve. Aproveché un viejo comentario de este Diario y rectifiqué su texto y su sentido. Es el texto que viene a continuación. Lo aviso para aquellos que se extrañen al notar que el arranque les suena.

Por razones que no hacen al caso -o que sería prolijo relatar, que viene a ser lo mismo-, dediqué no hace mucho un buen puñado de horas a la lectura de la Biblia.

Me ratifiqué en la idea de que sus libros contienen prosas y poemas magníficos, de una más que notable altura literaria.

El Apocalipsis, en particular, es impresionante. Se trata de un texto surrealista que la admiración lleva a considerar alucinante, pero que el rigor mueve a tomar más bien por alucinado. O psicodélico, si se prefiere. Genial, en todo caso.

El respeto y la consideración literaria que me merecen los autores de los libros sagrados no me impiden reconocer que, no obstante, a veces su lectura me saca a empellones del terreno neutro del historicismo para hundirme directamente en el espanto, considerando cuanta gente se ha dejado llevar por sus recomendaciones a lo largo de los tiempos. El Dios del Viejo Testamento era -es- un personaje de armas tomar, dicho sea en el sentido más literal de la expresión: belicoso, iracundo, vengativo. Y de un machismo feroz, muy en consonancia con la época, pero de difícil encaje en la Verdad revelada.

En todo caso, muy desagradable. Y sus héroes y paladines, del mismo género.

Es curioso comprobar cómo incluso algunos de los hijos más dilectos de Yahvé, cuyos nombres ha pasado a la Historia como paradigmas de bondad y prudencia, eran personas de virtud más que dudosa, cuando no déspotas arbitrarios de crueldad inaudita. Según consta en el Libro Primero de los Reyes, 4.1-4.6, incluso el muy sabio y ecuánime Salomón contaba entre sus ministros con un tal Adonirán, cuyo título oficial era el de «supervisor de trabajos forzados». ¡Ah, la justicia salomónica!

«...Porque Yahvé, el Altísimo, es terrible... Somete pueblos a nuestro yugo, naciones pone a nuestros pies...» (Libro de los Salmos, Salmo 47, versículos 3 y 4).

Yahvé, sometiendo pueblos y humillando naciones. No es fácil escapar a la tentación de poner en relación tales textos con el actual Estado de Israel, concluyendo que nada tiene de especial que sus dirigentes sean como son, si se miran en semejante espejo.

Pero el problema no es ése. El problema no es Yahvé.

Acaba de pasar por España una delegación de la RAWA, una organización que defiende a las mujeres afganas sometidas a otro poder omnímodo supuestamente basado en la ley divina. La del Corán, en su tristísimo caso.

Pero hay más. ¿Habré de citar las infinitas tropelías cometidas a lo largo de la Historia en nombre del Evangelio de los cristianos?

Yahvé, Alá, Dios... Es al revés: son los hombres injustos los que han creado divinidades a su desdichada imagen y semejanza.

Javier Ortiz. Diario de un resentido social y El Mundo (9 de julio de 2001). Subido a "Desde Jamaica" el 28 de mayo de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2001/07/09 06:00:00 GMT+2
Etiquetas: el_mundo afganistán diario 2001 iglesia rawa religión | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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