Me ha producido una cierta tristeza ver en los periódicos de hoy lo viejo que está Woody Allen. Supongo que habrá sido otro modo de sentir lo mal que me siento cuando compruebo lo viejo que estoy yo.
Y con eso creo que he descrito bastante bien la evolución de mis puntos de vista sobre su cine.
De joven, algunas películas de Allen me indignaban: «Este tío se pasa la vida hablando de sí mismo. Es un egocéntrico insufrible». Otras no, porque incluso entonces me daba cuenta de que tenía la gracia por arrobas. Con Coge el dinero y corre casi me parto de la risa. También con La última noche de Boris Grushenko. Pero cuando se dedicaba a contarnos sus sesiones de psicoanálisis, dando vueltas y más vueltas a los líos en los que se meten los hombres -y las mujeres- que piensan más con la entrepierna que con el cerebro, no lo aguantaba.
Con el paso de los años -de muchos años, para desgracia de ambos-, cambiaron mis criterios. O mis sentimientos. Comprobé que incluso esas películas que de joven odiaba me resultaban también divertidas e interesantes, porque, a fuerza de hablar de sí mismo sin parar, Woody Allen no paraba de hablar sobre mucha gente, yo incluido. Y que su visión de la vida me animaba a ser más crítico conmigo mismo y, a la vez, a tomarme menos en serio.
Allen es un tipo con una fantástica capacidad para afrontar y mostrarnos la realidad desde ángulos no convencionales. Para buscar a la vida no el revés, sino las decenas de reveses que tiene.
Le estoy y le estaré siempre agradecido por los momentos de inolvidable felicidad que me ha dado.
Recuerdo uno de hace no demasiado. Fue viendo Desmontando a Harry (*).
La escena era la siguiente: la ex novia de Harry/Allen le está contando que se va a casar con un amigo de ambos. Harry/Allen le dice:
-Pero ¿cómo puedes casarte con ese hombre? ¡Si es viejísimo!
Y ella le responde:
-Perdona, pero es más joven que tú.
A lo que él replica:
-Sí, vale! ¡Pero yo soy un inmaduro!
Me entró tal ataque de risa que acabé por mosquear a los vecinos de butaca.
Ah, se me olvidaba: no paso por alto el hecho de que la misma persona que desprecia la entrega de los Óscar de Hollywood ha tenido a bien acudir al modesto Festival de Cine de Donostia.
No se lo agradezco en tanto que donostiarra, sino en tanto que modesto.
(*) Deconstructing Harry. ¿«Desmontando a Harry»? Vaya una traducción. En castellano no se desmonta a nadie, salvo que vaya a caballo. Habría sido preferible Despedazando a Harry. Los modernos pedantes habrían optado por Deconstruyendo a Harry, a lo Derrida. Yo lo habría puesto sin el gerundio anglófilo. Harry, hecho pedazos, por ejemplo.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (18 de septiembre de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 11 de julio de 2017.
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