El ministro de Defensa, Federico Trillo, afirma que le habría gustado ocupar manu militari el islote Perejil hace años, y que tal acción -no explica cómo, ni por qué- habría permitido a los pesqueros españoles faenar en aguas marroquíes con menos cortapisas. Y, cuando se le señala que ese singular deseo es una barbaridad, responde que lo da por no dicho.
La ministra de Administraciones Públicas, Julia García Valdecasas, llama «asesinos» por dos veces a los representantes de ERC. Y, tras ver que todo el mundo se echa las manos a la cabeza, saca precipitadamente una nota diciendo que fue un lapsus. O sea, que también lo da por no dicho.
El presidente de la Comunidad de Murcia, Ramón Luis Valcárcel, del PP, comenta la oposición de Pasqual Maragall al Plan Hidrológico Nacional y apunta que entendería esa oposición si se tratara de vino y no de agua, porque, según él, el president de Cataluña «bebe muchos hectolitros al día». Muchos. (Eso lo dejó caer don Ramón Luis en el acto inaugural de un instituto de educación secundaria, y no de mala educación, como habría sido lo lógico.)
Supongo que lo resolverá sacando un comunicado en el que afirmará que da lo dicho por no dicho.
Me fascina eso de dar lo dicho por no dicho. Es estupendo. De tomarse por aceptable tan innovadora técnica, proporcionará un juego amplísimo. Pienso particularmente en el gremio periodístico. Uno podrá escribir con toda tranquilidad que el ministro Tal es un chorizo que ha amasado una fortuna partiendo de la nada más absoluta. O que la ministra Cual es clamorosamente tonta, amén de facha. O que el presidente de la comunidad autónoma Equis va de coca hasta el culo día sí día también. Y cuando se le echen encima todos ellos querella en mano, le bastará con comentar, displicente: «¿Ah, eso? Bueno, doy lo dicho por no dicho». Y a correr.
Hay otra técnica igualmente estimable. La ha puesto en marcha, cómo no, don Federico Trillo -un hombre creativo, sin duda-, que ha eludido cualquier responsabilidad personal por sus palabras arguyendo que «la responsabilidad son (sic) los electores». Ahí tenemos otro espejo en el que mirarnos los periodistas. Escribimos lo que se nos ponga y, si alguien viene a pedirnos cuentas, respondemos: «A mí, plin. La responsabilidad son (sic) los compradores de periódicos».
Pero no se lo tomen ustedes a broma. No tiene nada de casual esta exhibición de verborragia chulesca e insultante a la que se han entregado muchos altos cargos del PP. Forma parte de un ejercicio constante de vueltas de tuerca, que practican en ese terreno y en muchos más. Ellos aprietan la rosca. Giran, giran y giran, para ver hasta qué punto el electorado aplaude, hasta dónde traga (aunque no aplauda) y cuándo empieza ya a torcer el gesto y a poner mala cara.
Espero que empiece a poner mala cara pronto. Por el bien de todos.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (24 de febrero de 2004) y El Mundo (25 de febrero de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 12 de mayo de 2017.
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