Narciso Serra dice que «estamos ya torciendo el brazo de la crisis» y que éste es un momento estupendísimo para invertir.
-Se ha pasado diez kilómetros -comento.
Mi amigo Gervasio Guzmán, que es economista, asegura que no.
-La economía -me explica- no se mueve solo por estímulos objetivos. La creación de un estado de opinión positivo puede ser una contribución muy importante para la superación de la crisis.
Pues bien: me han convencido. Estoy resuelto a volver la espalda al pesimismo y a encararlo todo a partir de ahora con ánimo risueño y constructivo. ¿Que estamos en el fondo de la crisis? ¡Magnífico! Eso evidencia que ya no podemos bajar más. ¿Que Eligio Hernández quiere expulsar de España a todos los extranjeros que pueda? Bueno, siempre sería peor que ordenara fusilarlos. ¿Que tengo el teléfono pinchado? Pues tampoco está tan mal: eso demuestra que hay alguien a quien le importa lo que digo.
El optimismo no tiene por qué ceñirse a las cosas de la economía y la política. Sería muy importante que todos lo universalizáramos, aplicándolo al conjunto de lo que nos ocurre. ¿Que te has metido a ver una película tan plomo que te has quedado como un leño? Buena cosa: así has descansado, que falta te hacía. ¿Que esperabas el «sí» de una bella moza y te ha dejado con tres palmos de narices? Canta loas a la diosa Fortuna: lo más probable es que ése hubiera sido un amor desgraciado. ¿Quién te asegura, además, que no te iba a contagiar una gonorrea de tomo y lomo? ¡Mándale un ramo de flores con una tarjeta («Muchas gracias por librarme de ti») y festeja tu buena, tu inmejorable suerte!
Metidos por esa vía, yo creo que Serra se ha quedado corto: debería haber dicho que no solo estamos torciendo el brazo de la crisis, sino que en cosa de nada lograremos partírselo, con lo cual ya no nos podrá golpear más, a no ser que se vuelva zurda (cosa físicamente imposible, porque la crisis, como muy bien sabe el propio Serra, es siempre culpa de la derecha). Se acabaron los ciclos económicos, y con ellos las disputas sobre si la causa de nuestras desgracias hay que buscarla en la superproducción, en el subconsumo o en las grandes habilidades del Nobel de Tafalla.
Desde que gracias a Serra he abrazado la causa del optimismo, nada me va mejor pero, a cambio, mi tranquilidad de espíritu es total. Un ejemplo práctico. Cuando me he puesto a escribir esta columna he dejado unas patatas friéndose en la cocina. A continuación, absorto con la escritura, el santo se me ha ido al cielo. Pues bien: acabo de darme cuenta de que he montado un incendio de mucho cuidado. Veo cómo las llamas avanzan hacia mí por el pasillo. ¿Un desastre? Bueno, sólo a medias. Peor hubiera sido morir abrasado antes de haber terminado la columna.
Javier Ortiz. El Mundo (5 de marzo de 1994). Subido a "Desde Jamaica" el 8 de marzo de 2011.
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