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2001/07/30 06:00:00 GMT+2

Violencia callejera

«Otros dos cajeros automáticos asaltados ayer en Cataluña por desconocidos», dice un titular de hoy. Dejo de lado esa tontería tan de ahora de los «desconocidos» (seguro que alguien los conoce: querrán decir «no identificados») y me centro en el auge que parece estar adquiriendo la lluita al carrer, o sea, la kale borroka en versión catalana.

No voy a plantear el asunto desde el punto de vista sociológico, aunque tiene interés, y notable: convendría analizar por qué hay un sector minoritario pero creciente de la juventud catalana que considera que a la realidad de su país le viene bien una cierta dosis de bofetadas de doble dirección. Habría que estudiar el muermo social en el que se ha hundido Cataluña, en manos de una clase dirigente que todo lo controla y que carece prácticamente de oposición, porque el grueso de la teórica oposición es parte de la propia clase dominante.
Estando genéricamente de acuerdo con el cabreo que alienta ese sector radical de la juventud catalana -y que comparten no pocos de sus mayores-, lo que me planteo es si la violencia callejera es útil para la consecución de los fines pretendidos.

Yo creo que no.

Explicaré por qué de manera sintética, que las fechas en las que estamos no son buenas para meterse en demasiados rollos.

Creo que, en la Cataluña de hoy, lo mismo que en la Euskadi de hoy y, en términos generales, en la Europa de hoy, el movimiento de rebeldía contra el orden establecido no debe recurrir a formas violentas de lucha. Por dos razones:

Primera: el recurso a esas formas de lucha, por las propias exigencias de su puesta en práctica, obliga a jerarquizar, disciplinar y militarizar el movimiento en un grado totalmente inconveniente para su desarrollo, tanto cualitativo (en el plano de las ideas) como cuantitativo (el temor a las consecuencias aleja a una parte de los ya comprometidos y ahuyenta las nuevas adhesiones).

Segunda: la aplicación de formas violentas de lucha apenas tiene repercusión sobre las clases dominantes, por más que éstas se proclamen escandalizadas. Es una reacción meramente propagandística. Dicen y repiten mil veces que es «intolerable», pero lo cierto es que la pueden tolerar sin mayores gastos, e incluso ponerla al servicio de sus propios fines.

En lo que el movimiento debe volcarse hoy en día es en la denuncia de los abusos, injusticias y absurdos del orden imperante, de un lado, y del otro -del mismo, en realidad-, en la movilización de más y más fuerzas contra él. Porque esas fuerzas existen y son potencialmente muy importantes.

Comprendo que haya gente con ganas de desfogarse. Pero no debemos aceptar que lo haga a costa del desarrollo del propio movimiento.

Javier Ortiz. Diario de un resentido social (30 de julio de 2001). Subido a "Desde Jamaica" el 29 de mayo de 2017.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2001/07/30 06:00:00 GMT+2
Etiquetas: diario 2001 | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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