Si yo fuera dirigente del PP y careciera de escrúpulos -es decir, y por abreviar: si yo fuera dirigente del PP-, lo primero que se me habría ocurrido, tras contemplar los resultados electorales de la Comunidad Autónoma de Madrid (CAM), es hacer lo posible para remediar la situación.
-A ver, Menéndez: mírame cuántos de estos diputados autonómicos del PSOE son comprables. Pero no gastemos dinero sin necesidad: mira antes de eso cuántos tienen algún muerto en el armario. Vale con algún escándalo sexual, algún pufo económico... Algo que les pueda hundir y que podamos manejar. No te me pongas exhaustivo: con dos o tres pipiolos nos vale.
No digo que sea eso lo que ha sucedido.
Afirmo, eso sí, dos cosas.
La primera, que no sería la primera vez que ocurre algo así. No hablo de las viejas batallas de las plazas españolas en África, o en la Costa del Sol, sino de ahora mismo y de muy cerca del punto alicantino en el que me encuentro: en la zapatera Elda, una concejala elegida en la lista del PSPV-PSOE ha denunciado que el PP le ha ofrecido prebendas, y hasta un trabajo fijo como profesora, por abstenerse de votar al candidato socialista a la alcaldía.
La segunda, que Eduardo Tamayo, el tránsfuga del PSOE madrileño, no es trigo limpio (de la otra absentista, María Teresa Sáez, no digo nada, porque ni sé quién es ni he oído nada de/sobre ella).
He leído que Tamayo fue denunciado hace meses por algunos de sus propios compañeros, que le acusaron de haber tenido comportamientos extraños en relación a determinados negocios inmobiliarios. Ignoro qué fundamento tendrán esas acusaciones. No sería, ni mucho menos, el primer dirigente socialista madrileño que aparece involucrado en irregularidades del gremio de la construcción. En todo caso, lo que sí me consta, porque lo oí ayer de sus propios labios, es que las razones que aduce para justificar su comportamiento no tienen ni pies ni cabeza. Primero se definió como socialdemócrata. Luego dijo que era «centrista». Sostuvo que lo único que le importa es la victoria de Zapatero en las próximas elecciones generales, cuando lo que ha hecho de momento apunta evidentísimamente en la dirección contraria, porque priva al PSOE de una plataforma fundamental y, sobre todo, mina la credibilidad del proyecto de su líder. En fin, pretendió que sólo busca el bien de su partido, cuando lo primero que ha conseguido es que deje de ser su partido, porque lo han expulsado de inmediato. Insisto: ese tipo no es trigo limpio.
Establecido lo cual, dos precisiones:
1) Tamayo no es trigo limpio, digo, pero preciso: el asunto no es de ahora. No era trigo limpio cuando fue incluido en la lista del PSOE a las elecciones autonómicas. Y hay más electos del PSOE que no son trigo limpio. Y no por razones exclusivamente políticas. Algunas carreras tienen demasiadas sombras. O, por decirlo de otro modo: el PSOE sigue teniendo pendiente su particular catarsis.
2) Tamayo será lo que sea, pero nadie tiene derecho a descalificarlo por no respetar la disciplina de voto, porque la disciplina de voto no tiene carta de naturaleza dentro de la vida parlamentaria española. La Constitución prohíbe el voto imperativo de los electos. Los escaños no son del partido. Los electos no tienen por qué votar lo que el partido ordene. Los partidos están mal acostumbrados: no se cuidan de elegir candidatos ideológicamente coherentes. Es su problema.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (11 de junio de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 29 de junio de 2017.
Comentar