La primera tentación es decir: «Ya fueran 500.000, 840.000 o 240.000 -cifra esta última aportada por la Delegación del Gobierno en Madrid ateniéndose a una técnica de cálculo que podrá ser discutible, pero que nadie parece dispuesto a discutir-, lo cierto es que quienes respondieron ayer en Madrid al llamamiento del tándem PP-AVT y salieron a la calle a manifestarse integran un fragmento de la población ínfimo en comparación con el representado por la amplia mayoría parlamentaria que respaldó el acuerdo repudiado por los convocantes».
Se podría afirmar eso, y además, en principio, sería verdad. Pero sería una de esas verdades que no necesariamente retratan la realidad profunda de las cosas. Podría ser tan verdad como que las papeletas del no recogidas en los referendos francés y holandés fueron menos que los votos recibidos en su día en ambos países por los partidos favorables al sí. Quiero decir: esa verdad sólo valdrá si se demuestra que los votantes de la mayoría parlamentaria se identifican con la resolución referente al diálogo con ETA que respaldó esa mayoría en el Congreso de los Diputados.
No tengo datos fehacientes que corroboren mi sospecha, pero me cuesta creer que la agitación de signo mayororejista realizada durante años y años por la dirección del PSOE con destino a su propia base haya podido ser neutralizada sin más en el corto tiempo que ha pasado desde que Zapatero ha empezado a hablar -y nada más que a hablar- de diálogo. Tiendo a pensar que el fervor patriótico de los Bono, Vázquez, Rodríguez Ibarra y compañía dista de ser una simple reliquia anecdótica en las filas socialistas. Por decirlo con toda claridad: estoy convencido de que, si la de ayer no hubiera sido una manifestación abiertamente dirigida contra el Gobierno, bastantes votantes del PSOE se habrían apuntado a ella gustosamente.
Lo cual no debe tomarse como un signo de desesperanza. Hoy en día, los partidarios de buscar una salida dialogada al conflicto de ETA son del Ebro para abajo muchísimos más que hace un año. La tendencia es francamente positiva. Hasta es posible que, de mantenerse, en el plazo de unos meses sea esa la posición socialmente dominante.
Pero, de momento, los hostiles a ese planteamiento no son ni 240.000, ni 500.000, ni 840.000, ni un millón. Son bastantes más. Lo que pasa es que a muchos de ellos no les van las manifestaciones, aunque les paguen el autobús, los bocadillos y las cervezas. Unos porque ya no tienen edad para esos trotes. Otros porque no quieren mezclarse a sudar con la plebe, así sea su plebe. Los más porque viven lejos de Madrid y prefirieron quedarse en sus casas viendo cómodamente el partido de la Selección y gritando a gusto «¡España, España!» con los colores de la enseña patria convertidos en camiseta.
La manifestación de ayer sirvió para manifestar que siguen siendo muchos. A ver cómo los torea Zapatero.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (5 de junio de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 21 de octubre de 2017.
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