-A los cinco años, un porcentaje importante de niños y niñas sufre de incontinencia urinaria nocturna.
«O sea, que se mean en la cama», traduzco.
Lo cuenta una señora que dice hablar en nombre del Consejo General de Farmacéuticos para Radio 5 Todo Noticias, aunque dudo de que el Consejo se haya reunido para aprobar el guión del mini-espacio.
Sigo fregando los platos, sumido en la problemática de la micción infantil, tal vez estimulado por el chorro del grifo. La señora («o señorita», que diría Bobby Deglané) añade a continuación:
-Sólo uno de cada cien niños sufre de incontinencia urinaria en la edad adulta.
Soy de natural reflexivo. Cierro el grifo. Me seco las manos. Acudo a la vecindad de Charo, mi mujer, que se dedica circunstancialmente a labores de albañilería aplicada a la jardinería.
Le pregunto:
-Perdona, Charo. Si a ti te dicen: «Sólo uno de cada cien niños sufre de incontinencia urinaria en la edad adulta», ¿qué piensas?
Y ella, enseñante en funciones de albañila veraniega, empieza a hablarme de los niños, las niñas y el pis. Compruebo que es un asunto sobre el que posee un conocimiento empírico de mil pares. Pero yo no voy por ahí. Le corto.
-No, no. Te repito la pregunta. Si te dicen: «Sólo uno de cada cien niños sufre de incontinencia urinaria en la edad adulta», ¿qué piensas?
-No sé adónde quieres ir a parar -me responde, mientras evalúa el tamaño de varias piedras con las que está delimitando una pequeña plantación en el fondo del jardín, en la que algún día crecerán un pino y dos palmeras si todo funciona como está previsto, cosa que no recuerdo cuándo ocurrió por última vez.
-¿Que adónde pretendo ir a parar? Pues muy sencillo -le contesto-. Trato de llamar tu atención sobre el absurdo que encierra plantearse lo que pueden hacer o dejar de hacer los niños «en la edad adulta».
-Ah, ¿sí? ¡Qué bien! -susurra, distraída-. ¿Y eso?
-Charo, porque un adulto, por definición, no es un niño. No existe ningún niño en edad adulta. Es una contradicción in terminis. Un niño-adulto no existe. En consecuencia, no puede hacer nada.
-Ajá. Ya. Una de esas cosas tiquismiquis tuyas, ¿verdad? -prosigue, mientras examina con suma atención la base de una jardinera que parece perder agua.
-Charo, ¡por favor! Si nadie se tomara en serio el rigor, ¿qué sería de la Ciencia? -le respondo.
-Cuánta razón tienes, Javier. Yo también me lo pregunto -dice, mientras introduce un dedo en la mezcla de arena y cemento que trata de aplicar al sellado de jardineras y cuya consistencia examina con interés de entomóloga.
-Hummm... ¿No te parece que quizá le estoy poniendo demasiada arena a la mezcla?
-No sé. ¿Has probado con una de cal y otra de arena? -le digo, mientras regreso a la cocina.
Sé que estoy perdido, pero no me importa.
Los héroes somos así.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (24 de agosto de 2004) y El Mundo (25 de agosto de 2004). Hemos publicado la versión del periódico. Subido a "Desde Jamaica" el 25 de junio de 2017.
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