Viajar, como todo el mundo sabe, es muy instructivo. Se puede aprender incluso de los viajes más fulgurantes.
Ayer hice un viaje relámpago a Barcelona: puente aéreo, charla-coloquio en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma sobre lo mal que está todo, y en especial la prensa, comida rápida con los organizadores y puente aéreo de regreso.
Se diría que de un viaje así poco se puede aprender. Pero no. Aprendí que hay estudiantes catalanes -y profesores- que están hasta las narices de todo en general y de la prensa en particular. Uno citó una lección de periodismo que le dio el actual director de El Periódico de Catalunya: «Si una noticia perjudica a tus amigos, confírmala todo lo que haga falta, aunque eso te obligue a retrasar su publicación. Si, por el contrario, molesta a tus enemigos, no te demores contrastándola demasiado». Qué hermosura florentina. Por eso tuvo él en un cajón toda la información sobre Filesa muerta de asco, hasta que se enteró de que El Mundo iba a publicarla. Deontología pura.
El viaje me sirvió también para comprobar el refinamiento que ha adquirido la política oficial catalana. Leyendo la prensa barcelonesa del día, me enteré de que el incombustible Pere Portabella, ahora presidente de la Comisión Política Nacional de Iniciativa Per Catalunya considera que las relaciones de IC con IU son «insostenibles», pero no «insoportables». Según él, unas relaciones políticas pueden ser «insostenibles», pero sólo se vuelven «inaguantables» cuando se convierten en «insoportables». Uno, que es vasco -lo que le da un tanto natural de rudeza-, creía que lo insostenible se caracteriza mayormente porque no se sostiene y, en consecuencia, se cae. Pero qué va. Portabella sabe que lo cierto es lo contrario. Y pone un ejemplo que cree irrefutable: «Como en las relaciones de pareja, la capacidad de aguantar situaciones insostenibles es infinita». El ejemplo me hizo sentirme doblemente raro: nunca he experimentado el placer que se siente al sostener relaciones de pareja insostenibles. Probablemente es eso lo que me incapacita para comprender que haya quien se empeñe en convivir políticamente con quien le da cien patadas.
Porque ésa es la historia: que a la mayoría de IC -78 votos contra 41, según una votación del pasado sábado- le da cien patadas la posición política mayoritaria en IU. Pero no quiere romper. ¿Por qué? Antonio Gutiérrez Díaz, ex secretario general del PSUC y europarlamentario, lo explica: porque, aunque él esté en desacuerdo con el 80% de la política de Anguita, un partido catalán no puede romper «con el resto de España», porque eso representaría «un provincianismo miope» y le llevaría a caer en manos de «una diferente cultura de izquierdas». La del PSC. Sigo maravillándome de las sutilezas de la política del establishment catalán: lo de los GAL, Filesa, el Cesid y demás compañeros mártires es «una diferente cultura (!) de izquierdas».
Se aprende un montón viajando. Yo, ayer, aprendí a compadecer a la izquierda auténtica de Cataluña.
Javier Ortiz. El Mundo (23 de abril de 1997). Subido a "Desde Jamaica" el 24 de abril de 2012.
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