Se va como llegó: diciendo sandeces. Aún no había asumido el cargo de presidente del Tribunal Constitucional y ya la lió buena con sus declaraciones sobre el «lehendakari de Oklahoma» y las fuentes que tenían en Andalucía cuando «los demás» -sea eso lo que sea- no sabían «ni lavarse». Y, después de una trayectoria marcada por deliberaciones del TC que él inauguraba anunciando «Señores, no olviden que vamos a debatir sobre una cuestión de Estado» (las referidas a Euskadi, en particular), se va enseñando una vez más la patita antinacionalista (es decir, nacionalista española).
Su inquina contra los nacionalismos periféricos y, ya de paso, su carácter profundamente carca. Se mostró ayer enfadadísimo con los ataques contra la Iglesia católica que él cree percibir por todas partes, en general, y por la parte del cine de Almodóvar, en particular.
Que un particular llamado Manuel Jiménez de Parga tenga tales o cuales odios y devociones y quiera darlos a conocer es cosa de muy limitado interés, de la que yo, al menos, no me ocuparía. Pero que el presidente del Tribunal Constitucional del Estado español aproveche el acto de presentación pública de la Memoria anual del organismo para ponerse a despotricar ad hominem contra un cineasta y se ponga a contar lo feliz que fue él con los Padres Maristas, y que ose incluso emprenderla contra la mayoría del propio Tribunal que aún preside, es un hecho insólito, disparatado, inaceptable en algo que quiere revestirse de los signos externos de un Estado de Derecho.
Pero la culpa no es suya. Quienes le eligieron necesitaban a un tipo así, sin ningún miramiento, sin respeto alguno por las formas. Y se buscaron a éste. A esto. Se va como vino. Y para lo que vino.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (2 de junio de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 28 de mayo de 2017.
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