Oí ayer en la radio, aquí en Aigües: «Respondiendo al llamamiento de la Generalitat Valenciana, una veintena de personas ha rendido homenaje en Valencia a las víctimas del terremoto en Asia».
Curioso, para empezar, que el periodista hablara de «una veintena». Siendo tan pocos, le habría sido fácil contarlos. Se ve que le dio corte decir la cifra concreta. No quiso poner más en evidencia la ridiculez.
Pero nadie deduzca que en la ciudad de Valencia las personas que se solidarizan con las víctimas del maremoto en el Índico no llegan a veinte.
Para entender el fiasco de la convocatoria, conviene tener en cuenta que Francisco Camps, presidente de la comunidad autónoma, llamó a concentrarse... en un recinto interior de las dependencias de su propio Gobierno. Según don Francisco, lo hizo así «por el frío». Ayer, a esa hora, en Valencia, la temperatura no bajó de los 10º C.
Se trataba de estar en silencio durante sólo tres minutos. ¿Hay muchos valencianos incapaces de estar a esa temperatura durante tres minutos? Lo dudo.
De modo que la excusa no sólo era falsa, sino también torpe.
La verdad es que en ese mismo momento y en la calle había una manifestación en contra de Camps. El presidente pepero no quería que le vieran.
De modo que «la veintena» que se concentró estuvo compuesta por funcionarios de la Generalitat. A la vista de lo cual, la pregunta que se impone es: ¿sólo hay una veintena de funcionarios de la Generalitat Valenciana que sean solidarios con las víctimas de Asia? ¿O será más bien que sólo hay una veintena de funcionarios de la Generalitat Valenciana a los que les apeteció secundar el llamamiento ridículo de Camps?
Lo que el presidente valenciano demostró ayer es que, ante todo y sobre todo, caiga quien caiga, de quien él es solidario es de Francisco Camps.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (6 de enero de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 5 de julio de 2017.
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