Ví ayer la película documental que hizo Fernando Trueba en 1982 sobre las andanzas, pensamientos y canciones de Chicho Sánchez Ferlosio, Mientras el cuerpo aguante. Tiene muchos momentos felices. Uno de ellos es cuando el difunto Chicho argumenta que, tratándose del consumo (de drogas o de lo que sea), lo realmente decisivo está en la dosis. Una ingesta desmesurada de alubias, sin ir más lejos, puede llegar a provocar una muerte espantosa. En cambio, un consumo moderado y racional de las sustancias oficialmente catalogadas como drogas puede ser tan nocivo como vivir, que es la primera causa conocida de mortandad.
Decía Chicho, socarrón disfrazado de ingenuo, que ignoraba por qué los responsables de una famosa marca de cigarrillos no le habían aceptado un eslogan publicitario que les había propuesto. Rezaba: «Cigarrillos Equis. La parte legal del porro».
Cómo cambian los tiempos. Ahora tendría que decir: «La parte más perseguida del porro». Porque hoy en día el consumo de marihuana no está penalizado, pero el de tabaco, sí.
Algo huele a podrido en toda esta aparatosa historia que se han montado para perseguir a los fumadores.
Es más que sospechoso que, siendo nuestras autoridades tan conscientes de los males intrínsecos, específicos y superlativos del tabaco, no opten por prohibir por la brava, de manera radical y absoluta, su cultivo y comercialización, al modo que hacen con otras sustancias estupefacientes.
La emprenden contra quienes fuman; no contra el tabaco. Curioso. ¿Será que les preocupa la reacción política de los cientos de miles de votantes que viven de esa planta, en todas las fases de su producción, distribución y venta? ¿O será que no quieren que el fisco se quede sin esa fuente de ingresos? ¿O serán ambas cosas a la vez?
Del mismo modo, y por el lado formalmente opuesto, resulta también en extremo mosqueante que lancen tan inquisitorial campaña contra los fumadores y, en cambio, no hagan nada para reformar por la fuerza -y por su bien, faltaría más- a los consumidores compulsivos de bebidas alcohólicas, salvo cuando conducen vehículos. ¿Es tal vez el alcoholismo una carga más liviana para las arcas de la Seguridad Social, que no merece la adopción de medidas drásticas? ¿Habremos de entender, en esa misma línea, que el consumo excesivo de bebidas espiritosas es menos nocivo para la convivencia familiar y social que el de tabaco?
Que quien lo crea lo diga. Que lo diga la ministra del ramo, que lo diga el Gobierno y que lo diga el Congreso de los Diputados en pleno, para demostrarnos de ese modo lo sensato de su comportamiento.
Entretanto, yo seguiré pensando que hay algo en todo esto que atufa. A podrido, no a tabaco.
Porque, no ahora, que ya no fumo, sino incluso cuando era fumador, siempre me han echado para atrás los rollos infumables.
Javier Ortiz. El Mundo (2 de enero de 2006). Hay también un apunte con el mismo título: Un rollo infumable.
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