Valéry Giscard d'Estaign conminó a François Mitterrand ante las cámaras de la televisión pública francesa:
-¡Usted no se atreve a decirme eso mirándome a la cara!
Y Mitterrand entornó sus ojillos burlones y respondió con una sonrisa de relajada superioridad:
-Por supuesto que me atrevo a hacerlo. En cuanto usted quiera. Ahora mismo.
Y le repitió, sin quitarle ojo, lo que había afirmado momentos antes.
No recuerdo de qué discutían. Da igual. De lo que sí me acuerdo es de que Mitterrand mentía. Pero sólo un perfecto neófito en las lides de la política institucionalizada puede imaginar que otro miembro del gremio vaya a sentir reparo alguno a la hora de mentir. Es el abecé del oficio.
El portavoz del PSOE en la Asamblea de Madrid, Modesto Nolla, logró sacarme los colores anteayer en su interrogatorio de María Teresa Sáez.
-¡No es usted capaz de mirarme a los ojos!- le dijo.
-Sí lo soy -respondió ella, demostrándolo empíricamente.
Pero Nolla no estaba dispuesto a prescindir tan rápidamente de su recurso escénico.
-¿Y es capaz de mirar a los ojos a su madre? ¿Es capaz de mirar a los ojos a sus hijos después de lo que hizo?
Sobreactuaba Nolla de tal manera que no es que rozara el ridículo: se apropió de él. Pensé por un momento que iba a proseguir con el inventario:
-¿Y es capaz de mirar a los ojos del vecino del 2º D? ¿Y a los de la vendedora de la tienda de ultramarinos de la esquina?
Supongo que el tal Nolla recordará a los primeros espadas de su propio partido cuando estaban en el poder. Y digo yo que no habrá olvidado cómo negaban lo que fuera, si les convenía. Con qué soltura. Con qué desparpajo. ¿Ellos, Filesa? ¡Qué infamia! ¿Ellos, los GAL? ¡De ninguna manera! ¿El suegro del uno, ferretero y testaferro? ¡Jamás! ¿Los sobres de billetes cogidos con cinta adhesiva? ¡Nunca! Y así todo.
Pero tampoco es necesario que el caballero Nolla ejercite su memoria. Le bastaría con haberse mirado él mismo en un espejo durante su farsa interrogante del lunes. Porque no paró de prescindir de la realidad exigiendo a María Teresa Sáez que se avergonzara de «lo que hizo» y demostrándonos que era incapaz de decir de qué delito concreto se suponía que era culpable la señora en cuestión, cometido con qué complicidades, cuándo, cómo y con qué beneficio.
Se cuenta que fue Arquímedes, allá por el siglo II antes de nuestra era, el que formuló el principio fundamental de la palanca: «Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo». El diputado Nolla debería quejarse a su partido expresando el mismo principio, sólo que justo al revés: «No me deis el menor punto de apoyo y lograré que el mundo se nos caiga encima».
Javier Ortiz. El Mundo (30 de julio de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 9 de abril de 2018.
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