Una revista satírica vasca -las hay- llevaba la pasada semana el siguiente título en su portada: «¿Y para qué vamos a dialogar, si lo podemos resolver a hostias?».
Nunca ha sido fácil dialogar en Euskadi. Recuerdo que, allá por la prehistoria- en 1967- un médico ultranacionalista con el que estaba polemizando me cortó en seco: «No quiero discutir contigo, que me lías», me dijo. Era un hombre civilizado: no me amenazó con romperme la crisma, ni nada.
Así funcionaban las cosas: en la calle no podías hablar libremente, porque los Fraga te metían en la cárcel, y en privado la mayor parte de las veces no servía para nada.
Las cosas parecieron mejorar después de la Transición. Es cierto que los políticos seguían tirándose mutuamente a la yugular- y, en el caso de ETA, a la nuca, pero el talante medio del personal de a pie era civilizado. Se podía vivir sin berrinches. A no ser, claro, que tuvieras la mala suerte de verte envuelto en alguna refriega.
En los últimos tiempos todo se ha ido envenenando más y más. La división política entre las famosas dos mitades del pueblo vasco está mediatizando el conjunto de la vida social. La división se hace cada vez más patente en todos los ámbitos: en los centros de trabajo, en las familias, en los bares... La gente está empezando a odiarse en masa. Y los menos fanáticos se sienten intimidados: sea por temor a que los tomen por «cómplices de la partición de Euskadi», sea por miedo a que se les catalogue como «cómplices de los asesinos». Así que, salvo en los lugares y ante la gente de más confianza, van optando por el silencio.
Eso en Euskadi.
Fuera de Euskadi pasa tal cual. Sólo que, como no existen dos mitades, sino un 95% frente a un 5%- digo, a ojo- pues apenas se nota. Lo notamos sólo los del 5% que no estamos de acuerdo con la política del liarse la manta a la cabeza, más que nada porque nos vemos con la cabeza envuelta en una manta hasta la tumba. ¿Que criticas a Mayor Oreja? Eres un asqueroso criptoseparatista. ¿Que repudias tal o cual actuación de la Policía? Un filoetarra. Y que no te dé por decir que tal vez conviniera dialogar con el PNV para salir del actual atolladero: se te cae el pelo.
Mi más reciente experiencia por la Villa y Corte me tiene hasta el mismísimo gorro. Me repatea hacer de atracción de pimpampún. Pero tampoco eso puedo decirlo muy alto, porque enseguida hay algún exaltado que me espeta: «¡Los concejales del PP! ¡Esos sí que sufren!». Pues claro. Por supuesto. Ellos son los que peor lo pasan. En comparación con las suyas, mis cuitas son una nadería.
Lo mío no es grave: tan sólo que me siento intimidado por la gente que criminaliza mis opiniones.
Nada más. Tan sólo eso.
Javier Ortiz. El Mundo (27 de septiembre de 2000). Subido a "Desde Jamaica" el 27 de septiembre de 2011.
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