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1997/08/06 07:00:00 GMT+2

Un mal despertar

Hay gente que tiene sueños trascendentes. Es famoso el sueño del faraón, que José, undécimo hijo de Jacob, interpretó como quien lava, pese a que era rarísimo (el sueño. Bueno, José también). Gracias a su sueño y al listo de José, el faraón supo todo lo que le iba a ocurrir, lo cual le vino de perlas.

Algo más recientemente, Martin Luther King también tuvo un sueño muy mentado, aunque no le resultara demasiado profético, que digamos.

Mis sueños, en cambio, suelen ser de una llamativa vulgaridad. Casi nunca ocurre en ellos nada de interés. Ayer, por ejemplo, soñé que iba por la calle y un hombre me paraba y me preguntaba la hora; entonces yo miraba el reloj, se la decía y el tío me daba las gracias y seguía su camino. Fin del sueño. Si todo el mundo soñara cosas así, Sigmund Freud habría tenido que dedicarse a la fontanería.

Lo mío, a falta de sueños solemnes, son los despertares filosóficos. Esta mañana, sin ir más lejos, según he abierto los ojos, me he puesto a pensar en que dentro de 20, 30 o 40 años, como mucho, no existiré. A través de la ventana veía asomarse el sol tras una colina melosa. «El sol volverá a salir en agosto por ese mismo punto, y ese mismo monte seguirá acogiéndolo con igual suavidad», me he dicho, «pero yo ya no podré disfrutar de ninguno de los dos». Vaya un modo de despertar.

Me he levantado y he encendido la radio. Qué ajenas, las noticias. El mundo, fugaz compañía. Me he sentido cual Hamlet que, en vez de la calavera del viejo bufón amigo, sostuviera en las manos la suya propia. To die, to sleep; perchance to dream. Morir, dormir; tal vez soñar. ¿Qué será de mi risa cuando ya no esté yo para reírla? ¿Qué de mi ironía? ¿Adónde irán mis amores? Vida de Penélope: todo cuanto ahora tejo, lo destejerá la muerte. (¿Creen ustedes que es normal meterse en esas honduras cuando todavía ni siquiera se ha tomado uno el primer café de la mañana?).

He tratado de aplicarme el antídoto de la razón: «A fin de cuentas, mientras viva, la Parca me será ajena, y cuando muerta, ya no podrá preocuparme». Inapelable, ¿no? Pues no. No había siquiera terminado de pensar eso y ya el negro augurio estaba de regreso, como en la profecía bíblica, devolviéndome al punto de partida, es decir, al punto final: «Tus días están contados».

¡Y si por lo menos fuera creyente! Pero ni ese consuelo me quedaba.

Así que me he puesto a escribir, que es mi remedio de amplio espectro, por así decirlo.

Y, según estaba en esto de ir juntando letras, he descubierto la auténtica y arrastrada razón de mi tenebroso despertar: que hoy es mi último día de vacaciones.

Mi problema no es que dentro de 20, 30 o 40 años no vaya a ver el sol asomando sus dorados dedos sobre la suave cima de la colina mediterránea. Mi verdadero problema es que no lo voy a ver mañana.

Javier Ortiz. El Mundo (6 de agosto de 1997). Subido a "Desde Jamaica" el 10 de agosto de 2011.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.1997/08/06 07:00:00 GMT+2
Etiquetas: miscelánea jor el_mundo 1997 aigües | Permalink | Comentarios (1) | Referencias (0)

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Escrito por: Andrés 3.0.2011/08/10 10:35:56.614000 GMT+2

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