No discuto que la fiscal de la Audiencia Nacional María Dolores Márquez de Prado mereciera ser trasladada. Lo discutiría, si su comportamiento profesional estuviera realmente en cuestión. Pero me consta que la decisión de trasladarla no tiene nada que ver con su labor. La suya es una sanción consorte: la han dañado para compensar. Por lo menos hace dos días, la ministra tenía claro que Márquez de Prado no había hecho nada que mereciera sanción. Pero el Gobierno la ha castigado finalmente para darse un aire salomónico.
Conviene recordar el juicio de Salomón. No hay que olvidar que Salomón prevaricó. Prevaricar es dictar una sentencia a sabiendas de que es injusta. Salomón sabía que era injusto partir al niño en dos mitades. Que supusiera que al final el asunto acabaría resolviéndose no mejora la cobardía de su resolución. El Gobierno de Aznar sabe que ha obrado mal al hacer como que nivela las cosas, destituyendo al fiscal general, Ortiz Urculo, y acordando el traslado de la fiscal Márquez. Urculo es un perfecto incompetente, pero la culpa de su nombramiento no la tiene Márquez. La tiene Aznar. Y no la asume. La paga en cabeza ajena.
Hay gente inteligente que apoya al Gobierno de Aznar no tanto porque le vea mérito específico alguno -sería difícil: no lo tiene- sino en la medida en que hace funciones de muro de contención: no ve a Aznar como Aznar; sino como el no González. El episodio de la crisis de la Fiscalía revela que no sirve ni siquiera a esos efectos, meramente negativos. Es un gobernante pusilánime, obsesionado por no dar una imagen de debilidad, que se empeña en demostrar su fortaleza tratando de situarse por encima del bien y del mal, sin darse cuenta de que se puede estar por encima del mal, pero no del bien. Porque por encima del bien no hay nada: todo está por debajo.
Para acabar de rematar su propio dislate, quiere sustituir al carca Ortiz Urculo por un individuo que es todavía más carca y atrabiliario: ese Cardenal -que lo es de apellido, pero lo parece de profesión- se ha declarado enemigo de las parejas de hecho, de la homosexualidad y del derecho al aborto. Vaya joya. Vaya cambio.
Y se extrañan de que Felipe González se invente historias, y de que Alfonso Guerra -que se denuncia solo: califica a los GAL de «contraterrorismo»- confirme las historias que se inventa su jefe, y de que Ciprià Ciscar las jalee.
Van a trasladar a la fiscal Márquez porque, según dicen, tiene mal carácter. Si realmente lo hicieran por eso, sería una estupidez. Pero la realidad es peor: van a hacerlo para no enfadar al enemigo. O sea, por cobardía.
Los acuerdos como el de Múnich siempre han animado a los matones.
Javier Ortiz. El Mundo (10 de mayo de 1997). Subido a "Desde Jamaica" el 20 de mayo de 2011.
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