Estuve ayer por la tarde viendo un programa de ETB (aquí, desde Aigües, vía satélite) sobre las desgracias pasadas y las venturas presentes del equipo de fútbol de mi ciudad natal. Me resultó divertido. Comprobé que Karpin es un tipo curiosísimo, todo nervio, muy irónico (cosa que ya sabía) y que es incapaz de hablar sin decir la palabra «hostia» seis veces por minuto (cosa que no sabía). Me hizo gracia oírle hablar sobre lo bien que se han integrado en San Sebastián los dos turcos, como si él hubiera nacido talmente en el Antiguo. Fue curioso oír las declaraciones de los jugadores.
Pero más interesante todavía fue escuchar las opiniones de la gente.
Constaté que la Real Sociedad es un factor enorme de cohesión. Uno de los pocos que debe de tener esa ciudad –esa población– por lo demás tan fracturada. La Real y los pintxos de los bares de la Parte Vieja, que todo el mundo –nacionalista vasco, nacionalista español, de derechas o de izquierdas, hombre o mujer– coincide en decir que son buenísimos... y que están carísimos.
El día de las elecciones, Arnaldo Otegi, que parecía de buen humor, no sé por qué, dijo que estaba seguro de que Jaime Mayor Oreja miente cuando dice que es seguidor de la Real Sociedad. «¿Ése? ¡Del Real Madrid, seguro!», dijo, poniendo de relieve una de las cosas que más me molestan de algunos nacionalistas –incluidos algunos nacionalistas vascos–, que es su incapacidad para apreciar lo propio sin vejar lo ajeno. La verdad es que no me extrañaría nada que Mayor Oreja goce con los triunfos del Real Madrid, pero tampoco me cuesta nada creer que disfrute con los de la Real. Porque eso es lo que tiene ese género de símbolos: que trascienden las diferencias.
Y eso es lo que más me distancia de ellos.
Me manda mi hermano la fotografía que he incluido supra y que, francamente, es para mear y no echar gota. No falta un detalle en el balcón: la bandera txuri urdiñ (blanquiazul), el balón, la camiseta... ¡Hasta los tiestos del fondo son blanquiazules! Y, para completar la cosa, el juego blanco, rojo y verde de las macetas de la balaustrada, en plan ikurriña. Ese fervor pueblerino –se puede ser pueblerino de una ciudad de veinte millones de habitantes: lo es la célebre pegata del I love NY– me produce una reacción de distanciamiento automático.
Precisamente por lo que decía antes: uno no puede entregar su alma a una causa de la que también participa Mayor Oreja.
Ignoro qué pasará esta noche, o el próximo fin de semana: si la Real acabará ganando el Campeonato o si quedará segunda. Estoy seguro de que nadie me creerá si digo que no tengo claros mis deseos. Si gana el Madrid, será horrible en Madrid. Si gana la Real, será horrible en San Sebastián. ¡Qué mal lo tenemos los perdedores en situaciones como ésta!
Postdata del lunes 16: La Real perdió dignamente; el Madrid goleó. Casi como que me quedo más tranquilo.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (15 de junio de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 20 de junio de 2010.
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