Indignación en las filas del PP por las declaraciones del nuevo ministro del Interior, José Antonio Alonso, que ha dicho que el Gobierno de Aznar pecó de «imprevisión política» a la hora de evaluar el riesgo que suponía para España el terrorismo de origen islámico. Le han llamado de todo: «miserable», «indecente», «vil»...
El enfado de los dirigentes del PP es ridículo por partida doble.
Es ridículo, en primer lugar, que les ofenda tanto una afirmación tan poco ofensiva. Si lo suyo no fue imprevisión, ¿qué fue entonces, previsión? Hace algo así como un año, el entonces vicepresidente del Gobierno, Mariano Rajoy, se mostró indignado con quienes afirmaron que el compromiso de Aznar en la guerra de Irak colocaba a España en el punto de mira del terrorismo árabe. El vicepresidente lo negó airadamente. Para no contrariar esa línea, Ana Palacio llegó a pretender que el atentado contra la Casa de España en Marruecos debía entenderse como «un ataque contra una empresa privada». ¿Pueden enfadarse ahora porque les digan que el desprecio o la minusvaloración de aquella hipótesis fue un error político del que nada bueno podía deducirse? El hecho mismo de que en las primeras horas del 11-M se negaran incluso a considerar que se tratara de un atentado vinculado a Al Qaeda, ¿no indica a las claras que su interés estaba no ya centrado, sino acaparado por otros peligros?
Eso es imprevisión política. Política; no criminal.
Pero el revuelo que han montado resulta todavía más injustificado -más estrafalario, habría que decir- teniendo en cuenta de quién viene. El PP se ha caracterizado a lo largo de toda su existencia por su desinhibida desenvoltura a la hora de descalificar a sus adversarios, atribuyéndoles las intenciones más aviesas y asignándoles los epítetos más hirientes. Durante la pasada legislatura hubo dos asuntos en los que mostró con particular contundencia esas habilidades tan suyas: la lucha contra el terrorismo y la guerra de Irak. Si hiciéramos el recuento de los partidos a los que los gobernantes del PP atribuyeron en uno u otro momento «hacer el juego» y «dar cobertura» a los terroristas, o constituir «un riesgo nefasto para la seguridad de España», la lista se nos llenaría con todas las siglas presentes en el Parlamento, exceptuadas las del propio PP (y las de Coalición Canaria, que siempre está con el que está).
Que alguien capaz de tales excesos monte en cólera jupiterina porque le han reprochado algo tan leve como que no mostró la necesaria previsión política sólo puede considerarse como avance de una táctica que -me temo- nos va a perseguir durante toda la legislatura, y que podría sintetizarse en la consigna: «Menos mal que estoy yo, que si no la anti-España se haría dueña de todo».
Dios mío, qué gente tan plasta.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (29 de abril de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 21 de mayo de 2017.
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