A mi amigo Gervasio Guzmán le trae por la calle de la amargura mi defensa de la Ley de Normalización Lingüística de Cataluña. Ayer tuve una agria discusión con él al respecto.
-Sabes que soy un enamorado de Cataluña... -empezó.
-Es curioso -le interrumpí-. ¿Por qué será que todos los que estáis furiosos con este asunto comenzáis vuestras diatribas con grandes declaraciones de amor por Cataluña? Excusatio non petita...
-Sabes que yo conozco bien la realidad catalana -prosiguió mi buen Gervasio.
-Sí, también Rodolfo Martín Villa conoce bien Cataluña. Como la conoció Martínez Anido, otro célebre gobernador de Barcelona. Pero conocer bien una realidad no impide maltratarla.
-¡No me compares con gente así! Si yo ataco la política lingüística de la Generalitat es en defensa de los derechos de los catalanes que hablan en español, que son gentes bien modestas. Tú, en cambio, te estás situando en el bando de la burguesía y de los obispos...
-Vamos por partes, Gervasio -le repliqué. En primer lugar, resulta muy mosqueante el furor que os ha entrado a algunos por defender unos derechos que los interesados, salvo muy contadas excepciones, no consideran que estén en peligro. ¿No te parece chocante que aún no haya habido en Cataluña ni una manifestación -no ya de los millones de los que habláis- ni siquiera de unos pocos miles en protesta por esa situación? Y no me vengas con que me pongo del lado de la burguesía y los obispos catalanes: cuando Pujol estaba en la cárcel y el clero catalán acogía a los antifranquistas, muchos de los que hoy defienden lo mismo que tú vestían camisa azul.
-Lo siento, pero es que no soporto a los nacionalistas -me objetó Gervasio.
-Dí más bien que no soportas a los nacionalistas catalanes. Porque bien que estás yendo de la mano de los centralistas, que no son sino nacionalistas del bando opuesto.
-Quieren cargarse el español.
-Paparruchas: el castellano goza de excelente salud en Cataluña. Es el catalán el que aún corre peligro.
-Te digo yo que esto es una pieza más del plan para lograr la independencia de Cataluña.
-Sí, del vuestro.
-¿Del nuestro? ¿De cuál? -se indignó Gervasio.
-Imagínate que en una reunión hay una persona con la que los demás no paran de meterse. Si abre la boca, la ponen a caldo. Si se ensimisma, le reprochan su falta de interés. ¿Qué otra cosa puede hacer, sino largarse? Pues ni eso, porque los demás le dicen que su concurso es imprescindible. Estáis haciendo todo lo posible para que la reunión acabe a tortas.
-No sé de qué me hablas -se enfurruñó Gervasio.
-Eso es lo peor -le contesté.
Pero ya había colgado.
Javier Ortiz. El Mundo (21 de febrero de 1994). Subido a "Desde Jamaica" el 27 de febrero de 2011.
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