Me ocurre con cierta frecuencia que estudiantes de unas u otras disciplinas -aunque casi siempre de periodismo- me piden colaboración para tal o cual trabajo que tienen entre manos. La cosa suele concretarse en que me mandan un cuestionario al que me piden que responda (cosa que suelo hacer, siempre que no me exija un trabajo desproporcionado). Otras veces no me queda más remedio que entrevistarme con ellos (hoy, sin ir más lejos, he de verme con un grupo de estudiantes norteamericanos de Derecho que están haciendo un trabajo sobre posibilidades y dificultades de una salida negociada al conflicto vasco. Pobrecillos.)
Ayer me tocó responder a un cuestionario de dos estudiantes sevillanas cuyas preguntas me resultaron curiosas. Reveladoras del horizonte ideológico que tienen ante sí (y dentro de sí).
Como creo que el seudodiálogo vale la pena, lo reproduzco.
1.- ¿Cómo fueron sus comienzos en el periodismo?
-Empecé de muy crío. Un compañero de clase y yo nos volcamos en la revista del Instituto de Enseñanza Media en el que estudiábamos, en San Sebastián. La revista se llamaba Ibai Alde («Junto al río») y mi compañero, Jesús Ceberio. Él ahora es director de El País, y yo subdirector de El Mundo (aunque en feliz excedencia). Parece que ambos teníamos clara nuestra vocación.
2.- ¿Qué ha sido lo mejor de su experiencia como periodista?
-No es fácil jerarquizar las satisfacciones. Las hay de muy distinto género.
Agradezco al periodismo la oportunidad que me ha proporcionado de dar cuenta diaria de mis reflexiones, de mis inquietudes, de mis anhelos... De mi modo de ver la vida.
También le agradezco enormemente que me haya permitido conocer a muchísima gente interesante.
Y vivir experiencias muy singulares.
3.- ¿Considera la prensa rosa como un tipo de información periodística especializada, como la información deportiva o económica?
-Sí. Pero calificarla de "especializada" no implica la menor valoración positiva.
4.- ¿Cómo valora los actuales programas del corazón en televisión? Se dice que cumplen la función de entretener, pero ¿cree que sobrepasan algún límite?
-No los juzgo, porque no los conozco. Digamos que los prejuzgo: me baso en un juicio previo. Su temática me repele.
5.- El periodismo rosa se ha situado en los últimos años como un "fenómeno social" que abarca a espectadores de diversa edad, índole y sexo. ¿Dónde cree que radica su éxito? ¿Cree que tiene futuro?
-Admito que mi conocimiento de las pulsiones anímicas de mis congéneres presenta enormes lagunas. Ignoro por qué hay tanta gente que se interesa por lo que hacen o dejan de hacer personas que tampoco sé por qué son famosas. Tal vez responda a algún fenómeno de transferencia emocional. Puede que sientan que escapan de la invariable mediocridad de sus existencias viviendo como propias las aventuras y desventuras del famoseo. Pero no lo afirmo: lo planteo como mera hipótesis. De ser así, puede que se trate de un negocio con mucho futuro.
6.- En cuanto al tema de justificar la existencia del periodismo rosa con el hecho de que "la audiencia lo pide", ¿qué piensa que propicia este tipo de periodismo, el verdadero interés del público por estos temas o por el contrario se debe a que el público ha sido acostumbrado a ello?
-Desde el pan y circo de los emperadores romanos, siempre se ha planteado esta pregunta, que viene a ser como la del huevo y la gallina. En mi criterio, estos fenómenos van a más por una interacción de los dos elementos en juego: yo te doy, tú me ríes la gracia, yo te doy más, tú me la ríes más, yo te añado doble dosis, tú te vas acostumbrando a recibirla e incluso me la reclamas...
El gusto del público no puede examinarse aisladamente, en relación a tal o cual fenómeno. Responde a una concepción del mundo -a una cosmovisión, como se decía antes- que le es inducida a todo mortal desde que nace, y que sólo algunas personas superan por la vía de la crítica rigurosa. Y nunca por entero.
7.- ¿Es imprescindible ser periodista para ejercer de forma correcta la profesión? ¿El periodismo se aprende en la carrera o en el día?
-Todas las carreras universitarias tienen lo suyo de librescas. Pero los estudios de periodismo en España elevan a lo supino su falta de relación con la práctica concreta. He tenido que ayudar a demasiados licenciados a dar sus primeros pasos en la profesión como para no saber de qué hablo.
En algunas ocasiones he conseguido mejores y más rápidos resultados con jóvenes que habían hecho otros estudios -de Filología, por ejemplo- que con quienes venían de Ciencias de la Información. Los primeros por lo menos sabían escribir correctamente.
En Francia, donde yo hice mis estudios, el periodismo no es -o no era, por entonces- una carrera universitaria, sino unos "estudios técnico-universitarios" que duraban tres años y que estaban desde el principio volcados en la práctica. Todos los profesores eran periodistas en ejercicio. Mi decano fue Robert Escarpit, que por entonces era el principal columnista de Le Monde. La facultad tenía un diario, una radio y una emisora de televisión cuyo ámbito de difusión era el propio campus. Todo llevado por los alumnos del IUT. Es posible que salieras de allí sin saber quién fue el padre de Francisco I, pero no, desde luego, ignorando cómo se estructura una sección, o qué ingredientes debe tener un editorial.
El examen de entrada era brutal. Cada año admitían sólo a un centenar de alumnos. Pero todos los que acababan salían con un puesto de trabajo, mejor o peor.
8.- ¿Qué armas deben usar la nueva generación de periodistas para luchar contra el intrusismo? ¿Deben los periodistas sentirse amenazados por este tipo de personas?
-Vamos a ver.
Hay profesiones que no pueden ser ejercidas sin la garantía de unos estudios previos. Nadie puede meterse en un quirófano a operar si no tiene un título de cirujano que garantice que sabe qué se trae entre manos. Nadie puede construir un puente si no tiene un diploma de ingeniero que ofrezca ciertas seguridades sobre la pericia de su trabajo.
Etcétera.
Porque se trata de actos que, si resultan fallidos, pueden acarrear desastres irreparables.
Un folio mal escrito no es ningún desastre irreparable. Un dibujo mal hecho, tampoco. Un soneto de doce versos irregulares no mata a nadie, como no sea de la risa. Te lo traen, no lo publicas... y a correr.
Escribir bien es un arte. A veces mayor, a veces menor.
Siempre se cuenta que a Picasso no le admitieron en Bellas Artes y que a Einstein le suspendieron en matemáticas. Me parece anecdótico. Lo que no es anecdótico es la cantidad de gente que sale cada año de las facultades de periodismo sin saber ni siquiera cómo se colocan los sujetos, los verbos y los complementos.
Yo lo que reclamo a todo aquel que quiere trabajar de periodista es que sepa captar lo esencial de los hechos susceptibles de convertirse en noticias y que acierte a relatarlos con concisión y con gracia, respetando las normas del género. Si sabe hacer eso, me da lo mismo qué títulos tenga o deje de tener. Y si no sabe hacerlo, tal cual: me importa un bledo que tenga un título que certifique -en falso- que sabe hacer lo que no sabe hacer.
La literatura -el periodismo no es sino una de sus variantes- no sabe de intrusismos.
Ningún título justifica una mala escritura.
Ninguna ausencia de títulos condena una buena escritura.
Mis lectores quieren leer textos bien estructurados, atractivos, brillantes. No contemplar diplomas.
9- ¿Participaría en programas rosas?
-No. Por dos razones. Una personal: no lo aceptaría. Otra previa: jamás me lo propondrían.
10.- ¿Realmente los famosos son tan interesantes? ¿Son de interés público estas personas?
-Depende. Para mí, esos "famosos" -porque hay otros famosos, justificadamente famosos- carecen de interés. Pero se ve que a otra gente sí le interesan. Nadie vende lo que nadie compra.
11.- ¿Qué siente cuando enciende la televisión y aparecen personas como "Ania" (exconcursante de Gran Hermano) o Ernesto Neira (bailarín), por citar a alguno, y ve que intentan imitar la labor de un periodista y se atreven a opinar en tertulias? ¿Están capacitados?
-No sé quiénes son los personajes que citáis, pero me da igual. Entre otras cosas, porque tampoco tengo en muy elevada consideración a la mayoría de los periodistas que opinan sobre todo lo divino y lo humano en algunas tertulias. Con demasiada frecuencia pontifican sin tener ni pajolera idea de los asuntos de los que hablan.
Lo digo por experiencia: me ha tocado ver cómo a veces se enteran del asunto leyendo la noticia en el periódico cinco minutos antes de ponerse a hablar sobre ella en el tono más campanudo del mundo.
12.- ¿Algún consejo para futuros periodistas?
-Ninguno. Estoy por ver a un joven que haga caso de los consejos.
Yo tampoco presté atención a los que me dieron. Y la verdad es que me alegro.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (17 de marzo de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 6 de marzo de 2017.
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