«No se puede admitir y condeno cualquier tipo de contacto con la banda terrorista ETA», ha dicho José Luis Rodríguez Zapatero. Según él, ésa es una cuestión «de principio».
No sé qué clase de principio es ése. Según lo formula el secretario general del PSOE, tal parece que considere un crimen reunirse con la dirección de ETA, sea cómo, cuándo y para lo que sea. Si ésa es la idea que trata de expresar, habrá que decirle que es una bobada. Otra. Ni siquiera en plena guerra puede uno descartar de antemano la posibilidad de entrevistarse con el enemigo. Depende de las condiciones en que se plantee la hipotética reunión, y para qué pueda servir. Todos los gobiernos que ha tenido España desde 1977 han mantenido contactos con ETA, así haya sido tan sólo «para tomarle la temperatura», según celebrada expresión de un alto responsable socialista de Interior. El propio Aznar envió a algunos de sus colaboradores más cercanos no ya a hablar, sino incluso a negociar con ETA -después de celebrar una conferencia de prensa en la que no pronunció ni una sola vez el adjetivo «terrorista», recordémoslo-, y el hecho de que no resultara nada positivo de aquella reunión no altera para nada la realidad de su existencia.
Cualquiera que conozca a Josep-Lluís Carod-Rovira, así sea mínimamente, sabe que rechaza por completo la violencia terrorista, en Cataluña y fuera de Cataluña. Me parece obvio que, si admitió entrevistarse con la dirección de ETA, lo hizo para enterarse viva voce de cómo están las cosas. Lo cual podrá ser más o menos oportuno -como podrá ser más o menos acertado que no se lo contara a Maragall-, pero no tiene nada de aberrante, ni de criminal, ni de perverso.
Yo no soy dirigente de ningún partido -ni ganas-, pero lo digo sin ambages: si la dirección de ETA me hiciera saber que quiere tener un contacto conmigo, acudiría a la entrevista sin la menor vacilación. No veo que un periodista pueda hacer otra cosa. Ni un político. A no ser que se trate de un político como Rodríguez Zapatero, que se vanagloria de los contactos que no tiene, como si le aportara alguna ventaja hablar de oído.
De todo este asunto, lo que más me intriga es lo que menos se comenta. A saber: ¿cómo se enteraron los servicios de espionaje españoles de la existencia de esa reunión? ¿A quién seguían, a Carod o a los de ETA? ¿Por qué no pidieron a la policía francesa que detuviera a los de ETA? ¿Quién decidió pasar esa información al diario que la ha publicado? ¿Ha sido cosa de los propios servicios o lo ha hecho el Gobierno? En ambos casos: ¿por qué? ¿De dónde se han sacado el conocimiento que dicen tener del contenido de la reunión? ¿Por qué han colado varias mentiras en medio de las verdades? En fin: ¿qué papel cumplen los servicios de información del Estado en la campaña electoral y qué ley se lo atribuye?
Javier Ortiz. Apuntes del natural (27 de enero de 2004) y El Mundo (28 de enero de 2004). Hay algunos cambios, pero no son relevantes y hemos publicado aquí la versión del periódico. Subido a "Desde Jamaica" el 7 de mayo de 2017.
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