Si la progresión aritmética y el calendario siguen su cadencia establecida, allá por los días finales del mes que viene se producirá una feliz coincidencia: esta página alcanzará el medio millón de visitas y este Diario cumplirá tres años de existencia. Anteayer fijó un nuevo mojón: el record de 1.334 entradas en un solo día. Una cifra que sería ridícula si este sitio web estuviera respaldado por una empresa y contara con un equipo de redacción, pero que es harto estimable, comparativamente hablando, si se tiene en cuenta que se lo trajina una sola persona (que no obtiene un puñetero euro por el esfuerzo) y que sólo está respaldada en tres o cuatro secciones circunstanciales por otros tantos amigos y amigas (que consiguen el mismo pago material, las y los pobres).
He creído que ese conjunto de venturosos motivos de satisfacción más o menos calendaria podían servir de excusa -y de aderezo- para una decisión que, de todos modos, había de tomar antes o después: el cierre de esta barraca.
Anuncio pues que, más pronto que tarde, el resentido social dejará de daros su diario sermón.
Expliqué hace ya mucho las razones por las que empecé con esto. Una: no quería perder el contacto con algunos lectores y lectoras que seguían mi trayectoria y me comunicaban sus opiniones y sentimientos por correo electrónico cuando yo estaba presente en la redacción de El Mundo. Dos: tenía ganas de saber si era capaz de aguantar el tirón de escribir una columna diaria, 365 días al año, fines de semana, gripes y achaques incluidos.
Lo primero está ya más que asegurado, gracias al Cielo (o sea, a la Red): los lectores y lectoras que me importan -mis amigas y mis amigos, en realidad- seguirán teniendo vías para encontrarme mientras ellos aguanten el tirón y yo respire.
Lo segundo (me) lo he demostrado creo que con creces: incidentes técnicos al margen, sólo he faltado a la cita con este Diario el día que murió mi madre.
Más de 1.000 apuntes para el Diario, sin contar con otros muy diversos textos, en tres años, c'est pas mal, que decimos los afrancesados.
Hay quien me objeta: «¡Cómo se nota que eres vasco! ¡Qué bruto! "¡O todos o ninguno, o todo o nada!", como en el poema de Brecht que cantaba Laboa. Si no quieres hacerlo todos los días, escribe una vez a la semana, o cuando te apetezca...». No se dan cuenta de que, sea yo más o menos bruto -que ése es otro asunto-, si esta página personal ha podido alcanzar la media de visitas que tiene, es porque ha acertado a convertirse en un hábito diario para un puñado de cientos de personas. Y no sólo en las cercanías: también por tierras tan lejanas como el Nepal, Japón, Estados Unidos, América Latina... Si ese millar largo de personas prescinde de la costumbre de conectar con esta página a diario (o por lo menos los días laborables), adiós muy buenas: si te he visto, no me acuerdo.
Por lo demás, si de lo que se trata es de que un puñado de gente conecte una o dos veces a la semana con el producto de mi problemáticas neuroncillas, ya tiene mis columnas en El Mundo, miércoles y sábados. Siempre puntuales, según es costumbre de la casa.
Bueno, pues que lo dicho. Que quedan ustedes advertidos.
Siempre he odiado las despedidas. Así que esto no es una despedida.
El Diario seguirá... hasta que deje de seguir.
Y, oigan, encantado de haberlos tenido por ahí.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (20 de junio de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 29 de junio de 2017.
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