Me parece perfectamente razonable que los adalides de la Ley y el Orden se muestren preocupados por el fenómeno social que representa el zapatismo, y que hagan cuanto puedan para desprestigiarlo: es su función. Estoy seguro de que el subcomandante Marcos considerará tranquilizadoras sus puyas. Lo sospechoso sería que esa gente lo festejara. Estamos en lo de siempre: «Ladran, luego cabalgamos».
A cambio, resultan patéticos los que se pretenden críticos de la organización social vigente a escala mundial y la emprenden contra los zapatistas acusándolos de no ser lo suficientemente radicales. «¡Vaya un Ejército, que ni siquiera hace la guerra!», salta el uno. «¿Y la patochada ésa del líder con capucha?», se ríe el otro. «Pero, ¿habéis leído las cursiladas que escribe?», tercia el de más allá. «¡Esos tienen de indígenas lo que yo de obispo! ¡Pero si son hijos de papá jugando a los soldaditos!», se mofa el de la esquina. «¡Son un subproducto mediático!». «¿Y sus defensores europeos y norteamericanos? ¡Todos figurines de hotel de cinco estrellas!».
Oyéndolos, y leyéndolos, me acuerdo de la historia de una señora de mi barrio, allá por los 60. La mujer, nueva rica, iba por ahí contando las virtudes del estupendísimo coche de lujo que acababa de comprarse. «¡Es un Alfa-Romero!», decía. Y todo el mundo se partía de la risa.
«¿Habéis oído a Fulanita? ¡Dice que tiene un Alfa-Romero!», soltó un buen día en plan de coña uno que estaba en un bar junto a nosotros. Y un amigo mío, chaval muy dado a la ironía y el sarcasmo, le respondió: «Sí, es verdad; no sabe cómo se llama. Pero lo tiene».
Los críticos radicales de Marcos saben que es una tontería autotitularse subcomandante; tienen claro que es absurdo montar guerrillas, y más si son guerrillas que ni siquiera hacen la guerra; escriben mucho mejor que él (por lo menos eso creen ellos); se cachondean del izquierdismo de Vázquez Montalbán y de Saramago (preferentemente a sus espaldas); son hostiles a los fenómenos mediáticos (salvo cuando los aparatos mediáticos les hacen un hueco a ellos)... pero no mueven ni un puñetero dedo para contribuir a que las masas desheredadas del mundo entero, que malviven en situaciones de escalofrío, alcancen una situación de elemental dignidad.
Están demasiado ocupados regalando el oído de los mandamases con discursos tan pretenciosamente rigurosos como perfectamente inofensivos.
¿Que Marcos comete errores tratando de transformar la realidad social? Puede. Pero lo intenta, y consigue avances. Sus detractores sedicentemente radicales, en cambio, apuntalan lo existente.
Javier Ortiz. El Mundo (17 de marzo de 2001). Subido a "Desde Jamaica" el 22 de marzo de 2012.
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