Me preguntaron ayer a qué atribuía que CiU se hubiera mostrado «abierta» a la defensa de ERC de un gobierno catalán de concentración, con CiU, PSC, IC-LV y la propia Esquerra. Respondí que si CiU no rechazaba esa propuesta es porque sabía que ya se encargaría el PSC de descartarla. ¿Para qué hacerle un feo a ERC?
Oigo que Maragall ya ha dicho que no cuenten con el PSC para esa operación. Se ha dado prisa en cumplir el augurio.
Aznar acudió ayer a Barcelona a multiplicar las presiones sobre «las fuerzas vivas» catalanas y, en particular, sobre el empresariado. Ya las había formulado Rajoy hace escasos días también sobre el mismo terreno, pero Aznar quería dejarlas más claras todavía: les dijo que el Gobierno del PP miraría con recelo una Generalitat de la que formara parte una fuerza independentista. Al definir a Esquerra por ese rasgo, que no figura entre sus objetivos a corto plazo, Aznar estaba tratando de apuntalar su trinchera por el flanco que más le preocupa: Cataluña puede quebrar la imagen de unanimidad que quiere dar a su fantasmagórica cruzada contra el separatismo. Y el mensaje que estaba trasmitiendo a los empresarios catalanes no podía ser más unívoco: «Si permitís que esa gentuza se meta en el Gobierno de Cataluña, miraremos vuestros negocios como miramos los vascos. Olvidaos del apoyo y las facilidades que habéis tenido. Preparaos para toparos con nuestra indiferencia, si es que no con nuestro boicot». Los empresarios catalanes no ignoran que, por ejemplo, el Gobierno central todavía no ha pagado ni un euro de los millones que el Ejecutivo de Vitoria tuvo que invertir para combatir el galipote del Prestige, mientras ha dirigido a Galicia un auténtico río de euros. Y tampoco desconocen lo que ha hecho el Gobierno de Madrid para lograr que los proyectos vascos de infraestructuras férreas -destinados a unir las tres capitales por línea de alta velocidad: la llamada Y vasca-, que hasta hace nada figuraban en la lista de preferencias de la UE, hayan sido relegados a un segundo plano. Por ejemplo, digo.
El empresariado catalán no es un todo único en el plano político, obviamente. De hecho, la cena organizada ayer por Aznar resultó un fiasco parcial. Habían previsto la presencia de 300 comensales y hubo sólo 170. Y algunos de los que faltaron son gente clave en la estructura empresarial de Cataluña.
Pero las diferencias que tienen entre ellos no contradicen su unidad en un punto esencial: están uniformemente apegados a su dinero. Se dice, y con mucha razón, que el dinero «es cobarde». Aznar sabe que sus amenazas no caen en saco roto. Y que esos tenedores de dinero cobarde tienen muchas y muy buenas relaciones con CiU.
El frente contra Esquerra es más sólido de lo que parece. Estoy convencido de ello. Amigo de las crisis del Poder como soy, me encantaría equivocarme y que Esquerra entrara al final a formar parte preeminente de la Generalitat catalana. Pero lo dudo.
He escrito ya en otra ocasión que Mas no es Ibarretxe. Aclararé más y mejor lo que pretendo decir: el modo de hacer política de Artur Mas y su ideología profunda no tienen nada que ver con los de Ibarretxe. Nada. Cero patatero.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (27 de noviembre de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 2 de noviembre de 2017.
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