Oí al traidor Eduardo Tamayo cuando procedió a la presentación de su nuevo partido, el miércoles pasado.
Dudo que se lo tomara en serio. Alguien debió de decirle que le convenía llevar la pantomima a sus últimas consecuencias, para seguir fingiendo que lo suyo es una escisión estrictamente política, y él lo hizo. Con el desparpajo que le caracteriza.
Tiene que saber que el rollo ése que soltó sobre cómo la Federación Socialista Madrileña ha caído en manos de unos peligrosos extremistas no puede colar. Mucha gente -él incluido- tiene edad suficiente para saber cómo son los extremistas de verdad.
Empiezo a sospechar que la señora Sáez se mantiene silenciosa a su lado porque teme que, si se pusiera a hablar, le entraría la risa.
Tamayo apesta.
Pero tampoco me creo la versión de que es un corrupto de tres al cuarto, que ha montado todo este número para ver si pilla unos cuantos pellizcos por aquí y por allá yendo de la mano de los protegidos del PP en el negocio del ladrillo.
El verano pasado, la prensa internacional destacada en Venezuela dio cuenta de la extraña labor que estaba realizando un diputado socialista español que había abierto una oficina en Caracas. La oficina en cuestión -decían- se había convertido visto y no visto en un punto de encuentro clave para todos los conspiradores y golpistas dispuestos a derrocar a Hugo Chávez.
El socialista español señalado por aquellas crónicas no era otro que Eduardo Tamayo.
¿Quién le mandó a Venezuela? ¿Los constructores Bravo y Vázquez? ¿El abogado Esteban Verdes y la concejala García Romero? ¿El secretario general del PP madrileño, Romero de Tejada? ¿O tal vez Luis Fernando Bastarreche, para promocionar Madrid Excelente? Parece que no. En Caracas se decía que actuaba como enviado de la Internacional Socialista.
Habla de ello ahora Caldera -el de aquí, no el venezolano- y dice que ya les pareció rara esa incursión internacional de Tamayo. ¿Les pareció rara y no la investigaron? ¿Leyeron que Tamayo estaba metido hasta el corvejón en los preparativos de un golpe de Estado contra un presidente elegido democráticamente y se limitaron a extrañarse? ¿Qué les pareció, una travesura? ¿Y, conociendo esos antecedentes, lo colocaron en un lugar destacado de la candidatura socialista a la Asamblea de Madrid?
La historia que cuenta Tamayo suena a hueco por los cuatro costados. Igual que la insistencia del PP en que no tiene nada que ver en el asunto, dejando a un lado la tendencia de sus militantes a reservar habitaciones sin parar. Pero el intento de los dirigentes del PSOE de presentarse cual querubines que han sido sorprendidos en su buena fe por un desaprensivo traidor cuya maldad nunca habían imaginado presenta -seamos sinceros- todos los ingredientes de lo inverosímil.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (11 de julio de 2003) y El Mundo (12 de julio de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 13 de enero de 2018.
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