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2001/01/09 06:00:00 GMT+1

Todo está ya inventado

Un guía que tuve que sobrellevar en mi malhadado viaje de hace dos meses por Indonesia me proporcionó una singular razón para explicar el mal estado de las carreteras de aquel país: el Gobierno podría mejorarlas, sin duda -me explicó-, pero entonces los coches correrían más, y eso acarrearía más accidentes.

Según él, las autoridades de Yakarta mantienen las vías públicas en mal estado a propósito. Por motivos humanitarios, como quien dice.

Me pareció de primera.

Siempre pensando en el bien de España, me dediqué ayer a cavilar algunas medidas de ese estilo que pudieran adoptarse por aquí.

Imagínense ustedes cuál no sería mi estupefacción cuando comprobé que todas las iniciativas que se me venían a las mientes... ¡ya están aplicándose! ¡Y por todo lo alto!

Se me ocurrió, por ejemplo, que cabría subir el precio de los combustibles hasta extremos verdaderamente disparatados, de modo que desplazarse en coche acabara resultando tan ruinoso que poco a poco la mayoría fuera renunciando a semejante dispendio por razones de fuerza mayor (y de cartera menor).

Menos coches en las carreteras, menos accidentes. ¡Genial!

Pero a continuación me acordé de la última vez que llené de gasóleo el depósito de mi pobrecito Renault. «¡Jodó, 8.000 chuchas!», clamé en tan histórica ocasión, mirando anonadado el contador de la gasolinera. Sí, hijo, sí: más del 10% del salario mínimo. Disuasorio a tope.

Repsol y Cepsa se me han adelantado. Quién lo iba a imaginar: ¡tan calladito que se lo tienen y son maestras en el manejo de la táctica indonesia!

Seguí dándole al magín. ¿Y si propusiera medidas tendentes a atraer a todos los coches hacia el centro de las ciudades, de manera que se quedaran atascados un día tras otro y, al comprobar que no pueden ir ni para adelante ni para atrás, los conductores mandaran finalmente el cochecito a freír espárragos y optaran por el transporte público?

¡Seguridad y ecología, todo en uno!

Nueva decepción. Ese prócer, ese Einstein redivivo, ese Lao Tsé de la estrategia urbanística que es el alcalde de Madrid, José María Álvarez del Manzano, no sólo se me ha adelantado, sino que me ha dado cien vueltas (perdón, quiero decir cien atascos). Lo ha conseguido a base de instalar tropecientos mil aparcamientos en el centro. Esos aparcamientos -que él llama parkings, porque es hombre de mundo- tienen un efecto llamada que convierte a la bicha de Mayor Oreja en un inocente juego de niños. Todo pichichi se tira alegremente hacia el centro de la capital a bordo de su vehículo pensando que, por lo menos, siempre tendrá donde dejarlo colocadito, gracias a don José María. Para cuando las víctimas descubren que el problema no está en el aparcamiento, sino en el camino que tendrían que seguir para llegar hasta él, es ya tarde. ¡Los trinca por miles, el muy pillín!

Hay que reconocer que, cómo líder político, Álvarez del Manzano no es gran cosa. Qué digo como líder: como político, a secas. De hecho, es una calamidad. Pero, a cambio, como planificador de atascos humanitarios se ha convertido en guía y luz de sus colegas de toda España. La pasada Nochebuena comprobé que incluso el alcalde donostiarra, Odón Elorza, sigue sus enseñanzas, si bien dándoles un toque original: lo que hace don Odón es cambiar cada dos por tres el sentido de la circulación de las calles de la capital guipuzcoana. De ese modo, no importa adónde pretendas ir. Siempre te pierdes. Es otra modalidad de la táctica indonesia, pero de idéntico efecto disuasorio.

Renuncié a pensar más posibilidades. Tuve que rendirme a la evidencia de que todo está ya inventado.

Javier Ortiz. Diario de un resentido social (9 de enero de 2001) y El Mundo (20 de enero de 2001). Subido a "Desde Jamaica" el 23 de enero de 2012.

Escrito por: ortiz el jamaiquino.2001/01/09 06:00:00 GMT+1
Etiquetas: el_mundo madrid diario indonesia tráfico repsol 2001 cepsa álvarez_del_manzano españa | Permalink | Comentarios (0) | Referencias (0)

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