Está en boga quejarse de que los periódicos sólo traen malas noticias. Dicen los quejicas modernos que, en la España de nuestros días, la gente quiere «cosas más lúdicas». Me da que confunden lo lúdico con lo divertido. Si lo que quieren es jugar, ¿para qué leen periódicos? Pierden el tiempo. Que compren décimos de lotería, o se echen unas manos de tute, y tan ricamente.
Lo que es a mí, no me disgusta en absoluto que los diarios reflejen desgracias. No veo cómo podrían hacer otra cosa: a fin de cuentas, la desdicha es, desde siempre, el material que más ha intervenido en la construcción de la Historia.
A cambio, estoy sorprendido de la acumulación de noticias que reflejan hechos absurdos. O mejor: por la gran acumulación de sucesos llamativamente absurdos contados como si fueran noticias normales. El disparate se está adueñando de esta triste España finisecular.
Tomemos, a modo de ejemplo, el día de ayer. Todos los diarios recogieron en sus primeras páginas que doña Rosario Clavijo, vecina de Bollullos del Condado (Huelva), dio a luz seis criaturas. Un hecho extraordinario, sin duda. Y un éxito médico. Interesante. Pero continúo leyendo la noticia y me sumo en la perplejidad. Me entero de que la Consejería de Obras Públicas de la Junta de Andalucía, mano a mano con el Ayuntamiento de Bollullos, va a regalar a doña Rosario Clavijo un terreno para que se construya una casa acorde a sus necesidades. Y que el consejero de Asuntos Sociales -seguramente para no ser menos- «ha abierto un canal de información» (sic) para determinar qué ayudas necesita doña Rosario. «Es evidente -afirmó el consejero andaluz- que esta familia necesita una ayuda excepcional».
Es evidente que esta familia necesita una ayuda, pero no tiene nada de evidente que esa ayuda deba ser excepcional. Toda familia con seis hijos y recursos escasos debería recibir ayuda social. ¿Por qué ésta sí y las demás no? ¿Porque doña Rosario ha tenido sus seis hijos de una sola tacada? Se trata de un hecho ciertamente infrecuente, pero también del resultado de una decisión estrictamente personal, merecedora del máximo respeto, pero no acreedora de derechos sociales especiales.
Pero la sociedad española y el Estado español funcionan así: se vuelcan con lo insólito, pero son indiferentes ante lo habitual. Les sale más barato. ¿Que hay miles de parejas con seis, siete o más hijos y el agua al cuello? Allá ellos. Y si pasan hambre, que se coman la prole. Pero que a doña Rosario no le falte de nada. Ni siquiera «un canal de información».
Supongo que historias como la del parto de doña Rosario gustan a quienes reclaman noticias «más lúdicas». Esta lo es. Literalmente hablando: se juega con la igualdad.
Así funciona la moderna farsa: mucha sensiblería para camuflar la falta de sensibilidad. Y toneladas de caridad para disimular que la verdadera solidaridad no existe.
Pero ahí no hay noticia alguna.
Es lo de siempre.
Javier Ortiz. El Mundo (7 de diciembre de 1996). Subido a "Desde Jamaica" el 10 de diciembre de 2010.
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