Los dirigentes del PP han emprendido una dura pugna entre ellos mismos, a ver quién suelta la más gorda. Aunque su furor vindicativo da para mucho y puede cebarse en cualquier político (o escritor, o artista, o actor, o lo que sea), está claro que el objeto principal de sus iras es Rodríguez Zapatero. Tratándose de él, todos dan lo mejor de sí mismos. O lo peor, porque sucede con cierta frecuencia que, ofuscados por su afán ultrajante, hacen afirmaciones que carecen de sentido o que, consideradas en su literalidad, dicen lo contrario de lo que cabe suponer que pretendían decir.
Tomemos el caso de la más rotunda descalificación que haya producido la Factoría Acebes en los últimos tiempos: «Aunque parezca increíble creerlo, el proyecto de Zapatero es el proyecto de ETA». ¿Aunque parezca increíble creerlo? ¿Quiere decir que le parece increíble que alguien pueda creer tal cosa? Supongo que no es lo que quería decir, pero es lo que dijo.
Esperanza Aguirre es otra productora inagotable de patas de banco. El pasado lunes preguntó a Rodríguez Zapatero en plan sarcástico si, puesto que el PSOE se declaraba marxista en 1979, «ha perdido ya perdón por el Gulag» (en referencia a los campos de concentración soviéticos de la época de Stalin). ¡Qué audaz es la ignorancia! Es obvio que esta señora no tiene ni idea de que ha habido tropecientas tendencias marxistas no sólo diferenciadas, sino incluso radicalmente hostiles al estalinismo, y que muchos de sus integrantes fueron víctimas de Stalin. Por ir al caso concreto: el PSOE ha sido siempre miembro de la Internacional Socialista, organización tradicionalmente enfrentada no sólo al estalinismo, sino al comunismo, en general.
Dispuesta a no reparar en gastos en materia de lógica, Aguirre decidió aprovechar el mismo acto electoral contra el Estatut para autonomizar las sangres. (Sí, aunque parezca increíble creerlo). Apelando a que una de sus abuelas fue catalana, dijo: «Tengo más sangre catalana que los que ahora van de independentistas radicales». ¡Sangre catalana! Bon sang! En nuestra tradición, el ius sanguinis (derecho de sangre) tiene el mismo valor que el ius soli (derecho de suelo). Por lo demás, el primero vale sólo cuando se apela al origen de los padres, no al de los abuelos. Si nos atenemos a esos razonables y arraigados parámetros, Esperanza Aguirre no tiene nada de catalana, en tanto que los hijos de inmigrantes nacidos en Cataluña son catalanes por derecho propio, lo que les autoriza a ser independentistas radicales, tomistas de pura cepa y hasta, si tal es su deseo expreso, forofos del Real Madrid. ¿Tiene Aguirre alguna idea mejor para determinar la catalanidad? ¿Algún sistema de cuotas de sangre, tal vez?
Están que se salen, pero todo es cuestión de esperar. Pronto estarán aún más salidos.
Javier Ortiz. El Mundo (8 de junio de 2006). Hay también un apunte con el mismo título: Tiempo de desbarro.
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