La culpa la tengo yo, por imprudente. Me meto a chotearme de los que andan denunciando una conspiración republicana y, zas, ya está: acaban de decidir que yo soy otro de los conspiradores. Lo ha escrito Ernest Lluch, negro sobre blanco, en La Vanguardia del pasado jueves.
¿Qué pinto yo en esta historia? Verán. El rector de la Universidad Menéndez Pelayo ha descubierto que lo que está en marcha, más que una conjura republicana, es una conspiración anti-sistema. Lo que pasa es que, al ser anti-sistema, resulta también anti-monárquica. Por elevación, claro.
Segundo punto: Lluch desvela que la conspiración, además de anti-sistema y anti-monárquica, es también de derechas. ¿Por qué? Porque El Mundo es pieza clave en ella y Amando de Miguel ha dicho que El Mundo «es visto como de derechas». Inapelable.
Prosigamos. El rector no sólo ha descubierto el pastel derechista, anti-sistema y anti-monárquico; también ha descubierto que ese pastel necesita cerezas. ¿Por qué cerezas, en concreto? No lo sé. No lo explica. Se limita a afirmarlo.
Y ahí es donde entro yo. Lluch denuncia que soy una cereza de izquierdas, e incluso de extrema izquierda, que adorna este pastel de la derecha.
Así que soy una cereza. Vaya por Dios.
A decir verdad, reconozco que el invento de Lluch me ha hecho mucha gracia. Es fantástico que trate de hacer creer que hay una conspiración anti-sistema y anti-monárquica en la que participan tres diarios (tres, ni más ni menos, y uno de ellos monárquico, para más inri), y que piense que alguien puede leer sin desternillarse sus historias sobre «las maniobras republicanas de algunos dirigentes del PP»(!).
Pero, con todo, no es eso lo más risible del artículo de Lluch. Lo mejor llega cuando, tras meterse un rato conmigo -ya saben, lo de la cereza de extrema izquierda-, se erige en denunciador de conversos. Eso es insuperable, genial.
Conocí al supradicho en tiempos de la Platajunta, a la que yo acudía en plan de cereza -porque lo mío es vocacional- y él en tanto que dirigente de la extinta Federación de Partidos Socialistas, rival del PSOE. Pues bien: puedo asegurarles que, a la sazón, pocas personas en este país echaban tantas pestes del PSOE como él. Y en ésas siguió, hasta que un día optó por cambiar de chaqueta y pasarse al PSOE con armas y bagajes, a ver qué caía. Y le cayó un Ministerio. Y luego un Rectorado estival muy rentable.
¿Cómo puede tener el morro de hablar de conversos alguien así?
Lluch está nervioso. Y con razón. Si el PSOE pierde, se le acabará el chollo de la Menéndez Pelayo, esa especie de Congreso anual de felipistas en bañador que ahora él dirige en situación legal más que discutible. Pues vale, que defienda sus garbanzos. Pero a mí que me deje en paz. Que no me mezcle en sus enjuagues de pelotillero.
Javier Ortiz. El Mundo (3 de septiembre de 1994). Subido a "Desde Jamaica" el 5 de septiembre de 2010.
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