No soy un fanático del rigor verbal. Mayormente porque no sabría cómo serlo. Por ejemplo: hace años que no discuto con nadie porque llame socialistas a los dirigentes del PSOE. Lo hacía cuando creía tener claro en qué consistía el socialismo, considerado como sistema de organización social. Hoy en día no sólo sé que ese supuesto sistema de organización social no ha existido jamás en ningún lado -salvo de modo aproximado y en la cabeza de unos cuantos-, sino que dudo seriamente de que sea posible. En consecuencia, me parece tirando a absurdo reprochar a nadie su infidelidad a esa meta ideal (en el sentido de ideada). Es más, ni siquiera sé por qué habría de reprochar a esos señores (y señoras) nada de nada. No han defraudado en absoluto las expectativas que tenía depositadas en ellos.
Creo que era René Descartes el que decía que estaba dispuesto a no discutir nunca por palabras a condición de que los demás le dijeran en qué sentido las empleaban. Es una buena norma. Por volver al ejemplo anterior: basta con oír las explicaciones de los dirigentes del PSOE, en general, para no llamarse a engaño y comprender no sólo qué entienden por «socialismo», sino también por «obrero», por «partido» y hasta por «español».
Pese a lo cual (y sentado lo anterior a modo de advertencia) debo decir que me toca las narices la machaconería con la que los medios de comunicación hablan de «terrorismo doméstico».
Es -creo haberlo explicado ya en alguna otra ocasión- un modo impropio de referirse al asunto, porque la idea misma de terrorismo implica la existencia de una organización dedicada a unos determinados menesteres, y los hombres que ejercen grave violencia física contra las mujeres que consideran de su propiedad no lo hacen como integrantes de ningún grupo constituido con esos fines. Que todos ellos respondan a una ideología similar es condición necesaria, pero no suficiente: hay millones de hombres que no llevan su machismo a semejantes extremos.
En consecuencia, considero que llamar terrorismo a eso es una extravagancia intelectual.
Pero lo que más me molesta de la mentada denominación no es su escaso rigor, sino lo que tiene de coartada. Porque, en la medida en que se aborda como un fenómeno que responde a una actividad específicamente delictiva y antisocial, deja ya de tener nada que ver con quien lo condena. Los medios de comunicación aparecen entonces como enemigos jurados de tales brutalidades, escapándose con esa trampa del hecho de que todos ellos están integrados en muy buena medida por hombres cuya ideología tienen no poco de común con la de esos tipos que disparan, atropellan o golpean.
Pero, bueno, lo dejo aquí, que esto no pretendía ser más que un apunte del natural, no un estudio de la condición masculina en nuestra civilizadísima sociedad.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (15 de abril de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 16 de mayo de 2017.
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