El día en que ETA mató a José Luis López de Lacalle estaba yo en San Sebastián. Recibí la llamada de un amigo muy vinculado política y laboralmente a HB.
-Que se han cargado a uno de los vuestros -me dijo.
-¿Qué?
-López de Lacalle.
-¡Cuscús! -así lo llamábamos en la época en que estaba en el PCE, en la misma célula que mi hermano Bobi.
-Lopoisson de la Rue -ratificó. (Era otro de los nombres que le dábamos, traduciendo horriblemente al francés su apellido).
- ¡Qué barbaridad!
Quedé con él. Estaba hecho polvo.
-Y tú, ¿no tienes miedo? -me preguntó al cabo de un rato.
-¿Yo? ¿Y por qué iba a tener miedo yo?
La verdad es que me había dejado de piedra.
-Yo sí tengo miedo -dijo.
Y se explicó:
-Cuando el intento de atentado contra Carlos Herrera, yo hice en voz alta, delante de ellos, un comentario crítico. Al día siguiente, me encontré encima de mi mesa un anónimo con amenazas.
-¡Qué bobada! -le respondí, dándole a entender que no me tomaba la cosa en serio.
-De eso nada, monada -me dijo, muy serio-. ¿No te das cuenta de que el día menos pensado esa gente puede llegar a la conclusión de que los más peligrosos somos los que los criticamos desde dentro del MLNV? ¡Acuérdate del comunicado en el que se cachondeaban de "los listillos de la izquierda abertzale"! Como se les ponga la cosa entre ceja y ceja, cualquier día le pegan cuatro tiros a alguien como tú, o como yo, o como Anasagasti, o como Arzalluz... Para dejar claro que no soportan a los tibios. Esos tíos son estalinistas. Les da igual todo.
Nos despedimos en silencio.
Pensé durante largo rato lo que me había dicho. Desde ese día, yo también tengo miedo.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (30 de agosto de 2000). Subido a "Desde Jamaica" el 27 de febrero de 2017.
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