Ya ven ustedes cómo se las gasta Mohamed VI. Piqué se permite decir que la complicidad de la policía marroquí con las mafias de la inmigración ilegal es obvia -porque lo es, ciertamente- y él responde indisponiendo a su secretario de Estado de Asuntos Exteriores, Taieb Fassi Fihri, anulando la visita que éste iba a hacer a España y prohibiendo la difusión de El Mundo, donde figuraban esas declaraciones del ministro español.
El monarca alauí -a quien nuestro rey suele llamar «mi hermano»- es de armas tomar. Tal vez por eso las empresas españolas fabricantes de armas hacen tantos negocios con él.
Me escribe un lector un tanto mosqueado: «¿Y qué quiere usted? ¿Que Marruecos monte un Muro de Berlín en el Estrecho?».
Yo no sé lo que quiero. Sé lo que querría. Querría que el pueblo marroquí se levantara contra esa monarquía corrupta, instaurara un régimen democrático, sacara provecho de las riquezas de su país y pusiera en marcha una economía potente que hiciera innecesaria la emigración en masa de sus ciudadanos. Y querría también que Europa contribuyera a ello con todas sus fuerzas.
«Ya, pero las cosas son como son: hay que tener alternativas realistas», me responden algunos.
No veo por qué habría de tener yo alternativas realistas para situaciones que no sólo no he contribuido a crear, sino que he criticado cuando estaban en fase de creación. Llevo 30 años oponiéndome a la colaboración europea con la Monarquía alauí, especializada en alternar el asesinato con la rapiña. Yo no he criado ese cuervo: que nadie me venga ahora conque saca ojos.
Ése es un planteamiento aburridamente frecuente: te reclaman que aportes soluciones viables para los problemas y te dicen que, si no las tienes, te calles. Pues no, señor. Si desde que ha comenzado la partida de ajedrez yo he venido diciendo que no eran ésos los movimientos que había que hacer, tengo perfecto derecho a despotricar a mitad del juego, cuando empieza a hacerse evidente que va a ganar el otro.
Lo cual es aplicable no sólo al problema de la inmigración ilegal, sino también a muchos otros asuntos. Por ejemplo: en 1976, no sólo yo, sino incluso el PSOE, lo mismo que toda la oposición democrática al franquismo, defendimos el reconocimiento del derecho de autodeterminación para el pueblo vasco. ¿Habría sido la solución? No lo sé. Nadie lo sabrá jamás. En todo caso, ellos traicionaron lo acordado y nos condujeron por otro camino, que nos ha llevado a donde estamos. ¿Estoy obligado ahora, cuando nos encontramos donde yo no quería, a aportar alternativas viables? Desde luego que no.
Por supuesto que, si se me ocurre algo, lo planteo, y si puedo ayudar, ayudo. Pero recuerdo quién tiene la culpa de los problemas.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (7 de septiembre de 2001). Subido a "Desde Jamaica" el 6 de junio de 2017.
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