Me dicen que un tal Lago afirma que un tal Boyero escribió que había que quemar una tal Tele 5. Hombre, un tal Boyero suele tener puntos de vista bastante incendiarios, pero solamente en sentido metafórico. Imagino que cuando un tal Lago acompaña esa acusación de una enigmática insinuación –de dudosa altura humanística, ciertamente– sobre las presuntas «dependencias» de un tal Boyero, no estará tratando de sugerir que un tal Boyero es un peligroso pirómano. Porque, en caso contrario, lo mismo a un tal Boyero va y le da por demandar judicialmente a un tal Lago por calumniador, y a un tal Lago se le puede –o sea, se le podría– caer el pelo. Que tampoco es plan.
Pero yo no quería hablarles de un tal Lago, en particular sino de toda la llamada «telebasura», en general, para exponerles a ustedes una idea al respecto que me ha venido sugerida por esas cosas que dice un tal Lago sobre lo de quemar una tal Tele 5.
Parto de un principio general, que lo mismo ustedes comparten y lo mismo no: que la mayor parte de lo que emiten las televisiones que existen en España es basura. No trato de decir con ello que sea vomitivo. Pero sí que es basura. Basuras hay de muy diverso tipo, como cualquiera puede comprobar en la cocina de su propia casa, observando el contenido del adminículo en cuestión: verá que hay cosas de plástico, papel y cartón que no hieden, pero que tampoco sirven para nada; se topará también con el producto de las barridas, que por lo general es polvo (o sea, madrugada de viernes en Canal +)... Sólo una parte de la basura es materia orgánica informe (tipo Telediario) o desecho maloliente, como La máquina de la verdad.
Pues bien, se me ocurre a mí que una forma de protesta que podríamos utilizar los que estamos indignados con tanta basura sería recuperar lo que hacíamos allá por los años 60 y 70 los manifestantes antifranquistas para evidenciar la indignación que nos producían las muchas mentiras de la Prensa de entonces: quemábamos periódicos en plena calle. Ahora podríamos realizar manifestaciones en las que rompiéramos televisores. Puede salir algo caro, ya me hago cargo, pero caramba, quien algo quiere algo le cuesta. Y, a cambio, la espectacularidad de la protesta estaría asegurada.
A mí, la «telebasura» no me incomoda a título particular. Hace tiempo que sólo excepcionalmente conecto algún programa de ésos, salvando los Telediarios, que a veces estoy obligado a verlos por las mismas razones profesionales que fuerzan a un tal Boyero a ver lo que hace un tal Lago. Si hago esta propuesta es, pues, de modo totalmente desinteresado. Por pura profilaxis social. Con ella sólo trato de lograr que la televisión nos libre al menos de una de sus muchas contradicciones: la que supone la diaria y machacona exhibición de tanto presentador impresentable.
Javier Ortiz. El Mundo (23 de octubre de 1993). Subido a "Desde Jamaica" el 22 de enero de 2018.
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