Hace unos años fue una expresión frecuente, como variante del tópico «no chuparse el dedo»: «¿Te crees que la Policía es tonta?». Cuando el ministro del Interior dio ayer por concluida su comparecencia ante el Congreso de los Diputados, me fue inevitable recordar esa expresión. Porque las opciones se reducían a cuatro: o la Policía es tonta, o el tonto es el ministro del Interior, o el ministro del Interior cree que son tontos los diputados, o el conjunto de ellos -la Policía, el ministro y los diputados- suponen que los tontos somos todos los demás.
Quienes ejercimos de oposición antifranquista tenemos en este asunto una ventaja: que sabemos por experiencia cómo funciona la Policía. (Y no incurran ustedes en la ingenuidad de objetarme que esa experiencia se refiere a otra Policía porque, en el caso de las fuerzas encargadas de la materia que nos ocupa, quitando a algunos novatos, hay poco nuevo bajo el sol: son los mismos que estaban hace quince años, sólo que ascendidos. y con mejor sueldo). Bueno, pues puedo jurarles que jamás vi un despacho dedicado a interrogatorios que no tuviera barrotes en la ventana. Y les estoy hablando de hace casi veinte años y de detenidos que las únicas pistolas que habíamos contemplado en nuestra vida -servicio militar aparte- eran las que los propios policías llevaban en la cartuchera. De modo que la pregunta resulta inevitable: ¿será que la Policía se ha vuelto tonta?
¿Será que ahora es costumbre tener a los detenidos acusados de terrorismo sin esposar, en habitaciones con acceso directo a la calle y custodiados por un solo agente? ¿Será que no sólo no han aprendido nada desde entonces, sino que se han olvidado de lo que ya sabían? ¿Y en Bilbao?
Eso es lo que el ministro del Interior dice que cree, y hasta arriesga su cargo en caso de que pueda probarse que lo que él cree no es verdad. Y aquí también caben dudas: ¿se cree realmente lo que dice -en cuyo caso también él debe considerar que la Policía es tonta-, o sencillamente sabe que, también sobre este asunto, «ni hay pruebas ni las habrá»?
Los señores diputados dijeron sentirse muy satisfechos con la explicación del ministro. Sigue la rueda de preguntas: ¿son tontos o simplemente se hicieron los tontos porque pensaban que éste era un asunto en el que debía primar «la razón de Estado»?
La última posibilidad también queda abierta: que todos ellos se piensen que los tontos somos los demás.
Aunque también puede ser que estemos ante un caso de tontería masiva, y que la Policía, el ministro, los diputados y un ingente número de ciudadanos se estén creyendo que dar carta de naturaleza a un amasijo de absurdos y disparates puede ser a veces un modo muy astuto de defender el Estado de Derecho.
Javier Ortiz. El Mundo (29 de septiembre de 1993). Subido a "Desde Jamaica" el 3 de octubre de 2012.
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Escrito por: Txema.2012/10/03 09:47:2.113000 GMT+2