Tomo nota de la carta que seis militantes de ETA han dirigido a la dirección de su organización y que ha acabado apareciendo en las páginas del Diario de Noticias de Navarra.
Ante hechos de este género, cuando son tantas las ideas que le vienen a uno a la cabeza, es preferible pronunciarse en forma de esquema, dejando para otro momento las explicaciones que serían de rigor en un texto más amplio y reposado.
Así que me dejo de preámbulos y voy al grano.
Los miembros de ETA firmantes de la misiva aciertan cuando diagnostican que su organización está de capa caída. Pero se equivocan cuando atribuyen a la represión del Estado el pésimo momento por el que pasan.
Por supuesto que les han hecho daño los golpes policiales, particularmente los recibidos en territorio del Estado francés. (No sólo los directos y publicitados. Seguro que también han sentido los efectos corrosivos y deprimentes de la infiltración policial dentro de sus propias filas.)
Pero la derrota más irreversible que está sufriendo ETA no es militar, sino política.
Técnicamente hablando, nada le impide seguir adelante, puesto que cuenta con suficientes voluntarios y con dinero (lo que se traduce en armas).
Ése no es su problema principal. Lo peor para ella es que cada vez tiene menos apoyo social.
No es sólo que cuente con menos respaldo en cantidad, sino también en intensidad. El apoyo que recibe de la ciudadanía abertzale está perdiendo fuelle a ojos vista. Aunque no pueda admitirlo, sus militantes y simpatizantes se sienten progresivamente desamparados, marginados de su propio pueblo.
Los autores de la carta ni siquiera mencionan ese panorama, que es el capital. Para ellos, la clave única está en que su organización se equivocó de táctica.
Siguen sin comprender que se equivocó en casi todo. Particularmente cuando se atribuyó una representación del pueblo vasco que nadie le había conferido, y en nombre de la cual se puso a matar, a torturar y a extorsionar a cuantos le vino en gana.
Otro aspecto crucial de la carta: su hipotética eficacia.
Si la idea de filtrarla a la prensa ha partido de quienes la suscriben, lo único que cabe decir es que se han asestado un bofetón de primera en sus propios morros.
ETA siempre ha odiado las discusiones en la plaza pública. Su idea es que al opositor interno que levanta la voz se le cierra la boca manu militari, y a otra cosa.
Tampoco ha sido nunca amiga de sentarse a hablar en condiciones de manifiesta debilidad.
Si ha de negociar su desaparición, den ya ustedes por seguro -y perdonen el lúgubre augurio- que lo hará tras demostrar fehacientemente que no ha perdido su capacidad de matar.
Me preocupan los ejercicios de triunfalismo a los que se está dedicando tanta gente. ¿No se estará dando cuenta del peligro de que sus albricias acaben contabilizándose en lápidas?
Javier Ortiz. Apuntes del natural El Mundo (3 de noviembre de 2004). Hemos publicado la versión del periódico. Subido a "Desde Jamaica" el 7 de noviembre de 2009.
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