No se puede decir que resulte muy variada la panoplia argumental que exhiben quienes defienden por estos lares la actuación de las autoridades de Israel.
Nuestros sionistas vocacionales recurren sistemáticamente a la comparación: los otros son malísimos. Hacen como si la maldad del bando opuesto sirviera para demostrar per se la bondad del propio. Tosca trampa: saben de sobra que la Historia abunda en contiendas entre malos de diverso género.
Reconozco que algunas de sus excusas consiguen molestarme de modo muy especial, no tanto porque se basen en sinsentidos, sino porque se basan en sinsentidos demasiado evidentes.
Así cuando descalifican la causa palestina porque una parte de sus defensores se sirven de métodos terroristas. Deben ser conscientes -no pueden dejar de serlo- de que buena parte de los promotores del Estado de Israel, hoy venerados allí como padres de la patria, fueron terroristas, organizados como tales y catalogados internacionalmente como tales. De ser cierto que los medios emponzoñan los fines, el Estado sionista estaría envenenado de origen.
Otro argumento irritantemente falaz: sostienen que Israel merece un particular respeto porque es el único Estado democrático de la zona. Una afirmación como ésa sólo se tendría en pie si la democracia se circunscribiera a la elección relativamente libre de los representantes políticos.
Pero si el término «democracia» se utiliza como sinónimo de «Estado de Derecho» -que es lo que hace el común de nuestros conciudadanos-, entonces no hay tal: Israel desprecia olímpicamente el Derecho Internacional, las resoluciones de las Naciones Unidas y cuanta ley obstaculice sus designios. Lo cual no le hace merecedor de especial respeto, sino todo lo contrario.
¿Y qué no decir cuando, cual si hubieran encontrado el argumento definitivo para evidenciar la maldad intrínseca del bando palestino, le reprochan «enviar a los niños por delante» para que sirvan «de carne de cañón»? Obvian el hecho de que, para que alguien pueda servir de carne de cañón, es imprescindible que otro dispare los cañones. Y que es el ejército de Israel el que viene disparando, de manera sistemática y a matar, contra niños que tiran piedras, como si no existiera el material antidisturbios. O contra niños que no tiran nada, a los que pone a tiro con malas artes. O contra mujeres y ancianos que están en sus casas tranquilamente. O contra refugiados que no tienen ni defensa ni escapatoria.
Sólo encuentro una posible excusa para su manejo de argumentos tan burdos: admito que no tiene que resultarles nada fácil defender lo indefendible.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (6 de marzo de 2002). Subido a "Desde Jamaica" el 5 de marzo de 2017.
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