Hacen legión los comentaristas que han sacado la misma lección del fin de la acampada de los trabajadores de Sintel en el Paseo de la Castellana de Madrid: su acción ha demostrado -dicen- que las protestas, cuando son razonables y se realizan de forma determinada y pacífica, alcanzan el éxito.
No estoy de acuerdo. No ha demostrado eso para nada.
En primer lugar, porque los ex trabajadores de Sintel no han conseguido la victoria. Les han ofrecido una salida relativamente honorable, que han aceptado -y no seré yo quien les critique por ello-, pero no han alcanzado lo que ellos habían proclamado como puntos mínimos.
En segundo término, porque una golondrina no hace primavera: otros han realizado protestas no menos razonables, igual de determinadas y todavía más pacíficas, sin un mal corte de tráfico, y lo único que han conseguido es que los muela a palos la Policía.
Y en tercer lugar, porque la Historia está llena de victorias obtenidas por gente que armó la de dios con reivindicaciones nada razonables y presentadas de manera violentísimaria. Ejemplo que se mantiene muy actual, por desgracia: los sionistas y su exigencia de creación del Estado de Israel.
Si la gente de Sintel está satisfecha con lo que ha obtenido, me parece muy bien, y me alegro por ellos. Pero su larga acampada en el centro de Madrid no demuestra nada que sea automáticamente aplicable a otros casos.
Ahí hay un error de planteamiento. Si conviene cargarse de razón y plantear las cosas de manera firme y pacífica no es porque eso te asegure la victoria, sino porque es lo correcto.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (5 de agosto de 2001). Subido a "Desde Jamaica" el 29 de mayo de 2017.
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