Me levanté ayer más bien temprano (temprano para Canarias y temprano para la hora a la que nos habíamos retirado). Me tomé un café, escuché las noticias y me puse a escribir.
Estaba más bien espeso.
Hice mi apunte del natural y salí a recoger un coche que habíamos alquilado para recorrer la isla. Me hice con él, esperé a que Charo se comiera varios kilos de embutidos y bollitos –el desayuno aquí es de barra libre y ella no está dispuesta a regalar nada– y emprendimos nuestro viaje turístico, Santa Cruz de La Palma arriba.
Según llegamos al norte de la isla, más allá de San Andrés y Sauces, perdimos la cobertura del móvil. Hizo eso que no me enterara hasta varias horas después del aviso angustioso que me estaba enviando un amigo, que me alertaba de que en el apunte infra había escrito por dos veces «mobilidad».
Así, con be de burro.
Cuando por fin retornamos a la civilización en la costa noroccidental de la isla, en Santo Domingo de Garafía –pueblecito blanco del que fue hijo eminente un tío abuelo de un veterano visitador de esta página–, me enteré del desastre. Ya no cabía hacer nada, salvo darme golpes de pecho. No tenía yo el pecho para muchos golpes, tras haber paseado por una altura de 2.426 metros y comprobar lo mal que lleva mi sistema respiratorio la escasez de oxígeno propia de esas cumbres, de modo que opté más bien por darme un baño en el Atlántico.
Así que mobilidad. ¿De «mueble», tal vez?
–Como estás todo el día con el francés y con el inglés... –apuntó Charo, tratando de darme consuelo.
Pero no. Habría bastado con que pasara el texto por el sistema corrector del ordenata para que me saltara la alarma. Ni el francés ni el inglés tienen nada que ver en eso.
La experiencia tendría su valor si la humillación quedara indeleblemente grabada a sangre y fuego en mi memoria, de modo que nunca jamás diera por terminado un texto sin haberlo corregido a conciencia. Pero no será así. Después de un recorrido turístico como el de ayer, con paradas en todos los puertecitos del norte de la isla –con ascensión al Roque de los Muchachos y contemplación a vista de pájaro de la Caldera de Taburiente incluidas–, me temo que mi memoria no tendrá espacio en el que guardar esa espantosa be de burro. Y lo peor es que hoy nos toca el sur, plagado de playas a ambos lados y con una muy prometedora ruta de los volcanes de por medio.
De lo que se deduce que ni siquiera estoy demasiado arrepentido. No tengo perdón.
Vine a esta isla a relajarme y empiezo a preguntarme si no me estaré excediendo.
A ver si cuando regrese a la península encuentro un rato para pensar en ello.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (1 de agosto de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 24 de diciembre de 2017.
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