Afirma Aznar que todos los partidos y organizaciones democráticas deben mostrar «una unidad sin fisuras» frente a ETA.
Haré constar, en primer lugar, que la unidad política sin fisuras es, en democracia, un estado de excepción, empleada la expresión en su sentido literal. Lo propio de la democracia es la diversidad; la discrepancia. En política, como en casi todo, la unanimidad es indeseable. Empobrece el debate y, en consecuencia, también la gama de opciones, y la inventiva. Cada opinión da lo mejor de sí misma en su confrontación -todo lo pacífica que se quiera, pero todo lo implacable que haga falta- con opiniones distintas. Una sociedad se muestra tanto más sana y tanto más fructífera cuanta mayor diversidad de criterios es capaz de generar, de asumir y de canalizar. Se puede coincidir -y es bueno que se coincida- en algunos criterios generales de convivencia. Pero de ahí a la unidad sin fisuras -recordemos otros términos del género, no menos problemáticos: «monolítica», «granítica», «férrea»- hay un largo trecho.
El elogio simplón y sin fisuras que hace Aznar de la unidad sin fisuras es -no sólo, pero también- revelador de su gusto por la uniformidad, del que ya nos ha ofrecido suficientes muestras en los casi seis años que viene ejerciendo las funciones de presidente del Gobierno.
Pero es que, además, es incongruente, porque propugna lo que él mismo no practica. Un colectivo humano sólo puede establecer una unidad amplia y sólida cuando es capaz de reconocer y poner de manifiesto aquello que une a todos los que lo integran. ¿Cómo no va tener fisuras una unidad establecida unilateralmente por dos partidos, por importantes que sean? Ellos mismos crearon las condiciones para que se produjera la fisura de CiU, y la fisura de IU, y la fisura de las secciones sindicales catalanas, y la de los representantes del 65% de los electores vascos... y tantas otras. Dicen: «Nos bastaba, porque representamos al 80%». Dejemos de lado que exageren muchísimo su grado de representatividad. En todo caso, nos están diciendo que asumieron con toda naturalidad provocar una fisura del 20%.
Postulan en la teoría una unidad innecesariamente absoluta y provocan en la práctica escisiones innecesariamente graves.
Su comportamiento sólo se entiende si el objetivo que se atribuyen en público no es el que realmente persiguen. ¿Están pensando en cómo combatir mejor a ETA, o en cómo situarse en posiciones de ventaja de cara a esta o aquella pugna electoral?
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (21 de diciembre de 2000). Subido a "Desde Jamaica" el 19 de junio de 2017.
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