El día de Navidad podría tener una ventaja, y casi la tiene: no hay noticias de política interior (o «doméstica», como dicen ahora nuestros domesticados congéneres, empeñados en practicar el spanglish).
Tal día como hoy, por ejemplo, a los periodistas de guardia en radios y televisiones no les quedaría más remedio que saltarse esa por lo general bien nutrida sección... si no fuera por él.
Hablo del rey, por supuesto. Del rey y de su tradicional alocución de Nochebuena, esa sopa insulsa -dicho sea en honor de su oratoria- fabricada siempre con un mar de tópicos supuestamente bienintencionados y aderezada con algunas morcillitas progubernamentales. Le escuché anoche un trocito: estaba el hombre, en efecto, más sopas que nunca.
Lo peor no es que él hable y diga las cosas que le han escrito, sino que con ello da pie a que las radios y televisiones del día y los periódicos de los dos días siguientes -del día siguiente en Cataluña y del posterior en los demás- le den vueltas y más vueltas hasta marearlo, tratando cada cual de tirar de sus pavisosadas pro domo sua. Lo mismo hacen los cuatro políticos que están de guardia. Las declaraciones de Anasagasti metiéndose con la perorata regia empiezan ya a convertirse en una tradición más navideña que el turrón y las uvas.
De no ser por el discurso del rey de la baraja política española -que, si os fijáis, lo es de los cuatro palos-, el día de Navidad podría ser instituido en España como el Día Sin Política.
¿Os dáis cuenta de lo bonito que podría resultar? Incluso yo tendría que hablar de cualquier otra cosa.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (25 de diciembre de 2001). Subido a "Desde Jamaica" el 30 de junio de 2017.
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