Me telefonea mi buen amigo Gervasio Guzmán:
-¿Has visto? ¡Hasta los sindicatos están en contra del proyecto de Ibarretxe!
Me armo de paciencia. Ultimamente la tengo muy ejercitada.
-Eso no es exacto, Gervasio.
-¿Cómo que no? ¡Vaya que sí! ¡Lo acabo de ver en la tele!
-No; lo que tú has visto es lo que han dicho Méndez y Fidalgo, que respiran por sus heridas.
-¿Heridas? ¿Se puede saber de qué hablas?
-Claro -le cuento-. Es perfectamente lógico que Méndez y Fidalgo se opongan al ámbito vasco de decisión y defiendan el poder centralizado del Estado, porque el Estado les está concediendo en Euskadi un trato especial, como si fueran los sindicatos más representativos, cuando lo cierto es que allí están en franca minoría. No sé en qué medida se creerán que defienden la Constitución. En todo caso, lo evidente es que están defendiendo su chiringuito.
-De modo que, para ti, al final todo es cuestión de intereses egoístas, ¿eh? -murmura Gervasio-.
-No, pero cada cual tiene sus intereses, y conviene no olvidarlos -le digo, sin ánimo polémico-. Sería bueno que todos tuviéramos más en cuenta los problemas de nuestros enemigos. Si queremos forzarles a huir, tenemos que ofrecerles un puente de plata. Cerrar las salidas al enemigo es una opción suicida. Les obligamos al todo o nada. Y el «todo» puede pasar por encima de nuestro cadáver.
Gervasio parece perplejo.
-¿Estás pensando en Ibarretxe?
Me entra la risa.
-¿En Ibarretxe? ¡Estoy pensando en la gente! ¡En ti, y en mí! ¡En todos! Fíjate en la que están montando. ¡Qué disparate! Quieren impedir incluso que el Gobierno vasco pueda plantear la discusión de su propuesta en el Parlamento autónomo. Pues bien: si le cierran a Ibarretxe cualquier otra salida, si no le dejan más alternativa, lo más probable es que opte por convocar nuevas elecciones. Y supón que en esas elecciones obtiene la mayoría absoluta. E imagina que tira para adelante, valiéndose de ese apoyo, porque lo habría obtenido para eso. ¡Oh, venga, olvida por un momento mis opiniones, o las tuyas! Concéntrate en la consideración de esa hipótesis: ¿Crees que le conviene al Estado español un conflicto que le enfrente a una población que practica la resistencia pacífica, a lo Gandhi?
Gervasio calla por un momento. Pero retoma el hilo inmediatamente.
-La verdad es que no eres demasiado coherente. Has empezado con que los poderosos van a lo suyo y el resto les trae sin cuidado. Ahora me vienes invitándoles a preocuparse por el futuro del Estado español. De verdad: ¿no es un tanto caótico todo?
Ante lo cual, me rindo.
-Tienes razón, Gervasio. Demasiado caótico. Yo, por lo menos, agradecería una pizca más de sentido común. En general.
-¿De sentido común? ¿Seguro? -se me ríe.
-Oh, venga Gervasio. Ya sé que el sentido común es lo que funciona. De cordura, quería decir.
Pero lo dejamos. Me parece que los dos conocemos demasiado bien lo que piensa el otro. Tampoco es cosa de insistir.
Javier Ortiz. El Mundo (15 de noviembre de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 15 de abril de 2018.
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