La simple y mera observación biográfica me ha llevado a una terminante conclusión sobre Jorge Semprún: es un señor que sólo descubre la mierda cuando le echan de ella.
Jorge Semprún fue hombre de confianza de Santiago Carrillo en unos años en los que para estar en la dirección del PCE hacían falta unas tragaderas de aquí te espero. Y no hablo de tragaderas políticas -despistados ha habido muchos, y en muchos bandos- sino éticas. Porque Carrillo y los suyos hicieron auténticas atrocidades para liquidar a quienes no comulgaban con su línea política en el interior del PCE. Hay libros por ahí -me acuerdo de uno de Líster, otro que tal baila- en los que se cuentan cosas que ponen los pelos de punta. Y no veo cómo Jorge Semprún/Federico Sánchez pudo arreglárselas para estar trabajando mano a mano con Carrillo y no darse cuenta. ¿O se dio? Sólo después de muchos años de estrechísima colaboración con él se decidió a criticarlo por algo: por «subjetivista». Carrillo lo expulsó, y eso que tildarlo de subjetivista venía a ser como acusar a Stalin de no saber de cocina. Pues bien: fue entonces, y sólo entonces, cuando Semprún se apercibió de que el ex camarada secretario general era un bicho de mucho cuidado.
Fijémonos ahora en su paso por el Ejecutivo. Cuando decide aceptar la cartera de Cultura, él ya sabe que entra en el Gobierno de los GAL. Y cuando se desencadena la Guerra del Golfo, es él quien monta la «purga» -de nuevo la escuela de Carrillo- de altos cargos de la Administración opuestos a la intervención. Item más: éste que habla ahora en contra de la corrupción y de González es el mismo que, según reconoce, defendió entusiásticamente en el Consejo de Ministros a Mariano Rubio frente a Alfonso Guerra.
Dicho lo cual, y en contra de un criterio muy generalizado, yo prefiero con mucho que Semprún se dedique a la política. Porque mientras ejerce de político queda neutralizado como guionista de cine. Los actos de un político de su talla -de su falta de talla, quiero decir- son superficiales, pasajeros y rectificables. ¿Quién se acuerda ya de lo que hizo o dejó de hacer este hombre en Cultura? A cambio, su paso por la cinematografía ha dejado tras de sí un reguero de maniqueísmo difícilmente borrable. Reparen ustedes: ¿cuál es el mejor filme que ha dirigido Costa Gavras? Estado de sitio. Justamente aquel cuyo guión, al no poder encargarse Semprún de hacerlo, Gavras se lo pidió a Franco Solinas. Y Franco Solinas -guionista también de aquella maravilla que fue La batalla de Argel- no escribió una historieta de buenos y malos, sino una historia compleja, abierta e inteligente.
Semprún es incapaz de ver la vida sino como un espectáculo de buenos y malos. Una visión que, si en todo caso es un error, resulta doblemente imperdonable en el suyo. Debería darse cuenta de las muchas veces que ha estado del lado de los malos. Y de las muchas que ha sido él, directamente, el malo.
Javier Ortiz. El Mundo (12 de octubre de 1994). Subido a "Desde Jamaica" el 17 de octubre de 2010.
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