En materia ideológica, Rodríguez Zapatero navega a la deriva. Como persona de convicciones vaporosas, definidas en poco más que la ambición de mando, va diciendo y haciendo sobre la marcha lo que él cree que mejor le conviene, aunque lo de hoy se dé de patadas con lo de ayer y lo de mañana acabe siendo una tercera cosa no menos diferente.
El episodio del valenciano fue ejemplar. En el plazo de pocos días, su Gobierno dijo cada cosa y su contrario.
Lo de las selecciones deportivas nacionales amenaza con ser más de lo mismo. Todavía está fresca la tinta de los periódicos que recogieron su intervención en el Senado, en la que criticó el esencialismo nacional del PP por retrógrado (acusación muy acertada) y por caduco (diagnóstico lamentablemente falso). Fue el suyo un discurso orientado en una dirección positiva, tratándose del secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, pero tan inconsistente como todo lo suyo: pretendió que el concepto de «nacionalidad» fue un ingenioso invento de los constituyentes españoles de 1978, cuando lo cierto es que tenía para aquel entonces muchos decenios de conflictiva existencia (aunque a veces también venturosa, como podrían atestiguar varios estados del norte de Europa). Bueno, pues apenas dicho que en España conviven varios pueblos, que unos llaman nacionalidades y otros naciones, y que qué más da, instruye a sus colaboradores para que traten de impedir que Cataluña pueda ver reconocida a escala internacional su propia selección nacional de hockey sobre patines, como si fuera de los que creen que, de producirse tal cosa, quedaría gravemente dañada la esencia de España.
Que el registrador de la propiedad Mariano Rajoy (*) sostenga que algo así no puede ser, porque en las justas deportivas internacionales sólo participan los estados, está en el orden natural de las cosas: algo tiene que decir para defender su chiringo, aunque él sepa perfectamente que en las competiciones internacionales de fútbol participan Escocia, Gales, Irlanda del Norte y hasta las Islas Feroe, que no son estados. Pero que alguien que perora contra los esencialismos nacionales conspire para impedir que una colectividad que él mismo ha admitido que puede considerarse nación pueda participar en un campeonato inter-nacional (porque así los llaman: internacionales, no interestatales), es de coña.
Pero que no desesperen los partidarios de que la federación nacional catalana de hockey sea admitida como miembro de pleno derecho a escala mundial: en cuanto Zapatero necesite los votos de Esquerra Republicana para conseguir que el Parlamento de Madrid apruebe algo importante, podrán volver a plantear su demanda. Y es muy probable que entonces cuente no ya sólo con la neutralidad, sino incluso con el apoyo del Gobierno de Madrid.
(*) Llamo a Mariano Rajoy «registrador de la propiedad» y no «presidente del Partido Popular» tras constatar que él prefiere citar a las personas por su profesión de origen. Lo supe el otro día, cuando comprobé que se refería sistemáticamente a Hugo Chávez llamándolo «el coronel Chávez» y nunca «el presidente Chávez». Pues yo haré lo mismo, para que no se moleste.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (27 de noviembre de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 12 de julio de 2017.
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