Me telefonea mi amigo Gervasio Guzmán: «¿Has visto las imágenes del atentado de Madrid? ¡Qué horror!».
Le doy la razón.
«Acabo de leer un artículo muy bueno», prosigue. «Reclama que los terroristas se pudran en la cárcel. Estoy de acuerdo. ¡Cadena perpetua! ¡Es lo que se merecen!».
Le apunto que, para que alguien «se pudra» en la cárcel -vieja idea de Felipe González-, no hace falta recurrir a la cadena perpetua: todos los expertos saben que 20 años de encarcelamiento en régimen de primer grado bastan y sobran para destrozar psicológicamente a cualquiera. No digamos ya los 30 años efectivos que prevé el Código Penal vigente.
«Bueno, y qué», me responde. «Me da igual. Lo que yo quiero es que ningún terrorista vuelva a ver la calle en su puñetera vida».
Le pregunto si conoce el caso de Sebastián Rodríguez.
No; no lo conoce. Se lo cuento. Le explico que Sebastián Rodríguez Veloso, al que sus amigos llaman Chano, es un gaditano residente en Vigo, vendedor de la ONCE y avezado nadador, que acaba de lograr cinco medallas de oro en los Juegos Paralímpicos de Sidney.
«Pues me alegro mucho. ¿Y qué?», se impacienta Gervasio.
«Pues que Sebastián Rodríguez no sólo es un gran nadador. Es también un exrecluso de los GRAPO que fue condenado a 84 años de cárcel por haber participado en el asesinato del empresario andaluz Rafael Padura, entre otros actos de terrorismo», le informo.
Encarcelado en 1984, Rodríguez mantuvo en 1990 una larga huelga de hambre en demanda del reagrupamiento de todos los presos de los GRAPO en un solo presidio. Las secuelas de aquella huelga de hambre quebraron su salud. Lo condenaron a la silla de ruedas.
A finales de 1994, Instituciones Penitenciarias lo puso en libertad.
«Estará rehabilitado», apunta Gervasio.
«¡Pero, hombre! ¿No me habías dicho que los terroristas tienen que pudrirse en la cárcel a perpetuidad? ¿Qué más te da que se haya rehabilitado o no?», le replico. (Le aclaro que, de todos modos, no: no se ha rehabilitado, si por rehabilitación se entiende arrepentimiento. Rodríguez mantiene su ideario).
«Supongo que reclamarás que vuelvan a meterlo en la cárcel para que cumpla íntegra su condena, ¿no? », le apunto, capcioso. «Si está en condiciones de ganar medallas deportivas, no veo qué puede impedirle pudrirse en una celda».
Gervasio se queda en silencio.
«Hombre... No sé... No es tan fácil... Si ha rehecho su vida...», musita al final.
No puedo evitar la ironía: «Venga, Gervasio: pon de acuerdo tu cerebro y tus vísceras. Y luego volvemos a hablar, ¿vale?».
Qué suyas son las vísceras. Las de Gervasio y tantas otras.
Javier Ortiz. El Mundo (1 de noviembre de 2000). Subido a "Desde Jamaica" el 1 de noviembre de 2010.
Nota de edición: a finales de 2018, El País publicó el reportaje Nada o revienta, la vida al límite de Chano Rodríguez.
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