Empecé a fijarme en el fenómeno hace como 30 años, cuando un amigo mexicano lo comentó con respecto a su país: «En México, cambia el presidente y cambia la manera de vestir. Si el recién nombrado acostumbra a llevar pullovers de cuello cisne, toda la Administración y medio país se pasan al cuello cisne».
Ese mimetismo no era posible a la sazón en España -con independencia del odio o la pasión que la gente pudiera sentir por Franco, era imposible poner de moda el uniforme de general-, pero empezó a funcionar ya con Suárez. Decayó algo luego con Calvo-Sotelo, por razones comprensibles, para alcanzar años después todo su apogeo con Felipe González. Los modelos vestimentarios de González corrieron como la pólvora, y no había subsecretario, director general o jefe de negociado que no se mirara en el espejo del jefe de Gobierno. El reguero alcanzó a los ejecutivos de toda suerte y condición. La ropa podría ser de mejor o peor calidad, pero el corte del traje, el cuello de la camisa, los dibujos de la corbata y la combinación de colores del uno y las otras eran de rigor. La imitación -de la que seguro que muchísimos no eran conscientes- alcanzó también a los modelos de fin de semana, cazadora de ante incluida.
No sólo fue cuestión de prendas. También le salieron miles de imitadores de su manera de hablar. Especialmente de sus latiguillos (recuérdese la invasión de porconsiguientes que sufrió la vida pública española) y de su insufrible afición al estilo indirecto.
Lleva ya siete años Aznar ejerciendo de jefe del Gobierno y, aunque en su caso el proceso haya resultado más trabajoso, estamos ya en las mismas. En lo referente al aliño indumentario no ha introducido demasiadas novedades, exclusión sea hecha de las corbatas rosas, pero a cambio ha hecho estragos en la manera de discursear. Se nos ha llenado todo de mireustés y de lo-que-es-y-significas. Pero lo peor, con gran diferencia, es que se nos ha llenado todo de repeticiones. Repite la mitad de las frases que pronuncia. Ejemplo: «Vamos a dejar una cosa muy clara. Muy clara. Mirusté: este Gobierno, este Gobierno, por muchas presiones que reciba, por muchas presiones que reciba, no está dispuesto»... y así todo el rato.
Empezó a hacerlo Aznar, le siguieron los ministros y ministras en tropel -aunque haya que reconocer que el líder en esto, como en tantas otras cosas, es Javier Arenas-, continuó el resto de la Administración... y lo que es más grave: ¡se ha apuntado también Rodríguez Zapatero!
Hasta hace unos meses, Zapatero calcaba los tics de Felipe González. Ahora ha empezado a rendirse ante los de Aznar. Es tremendo. No sólo por razones estéticas, sino también políticas: imitar al rival es el modo más transparente -por inconsciente- de reconocerse inferior.
Nota.- Una aclaración necesaria. Temo que me expliqué mal hace unos días, cuando anuncié que dentro de algunas semanas dejará de existir este Diario de un resentido social. Bastantes lectores y lectoras lo han interpretado como que voy a retirar esta página de la Red. No, para nada. Lo que haré es exactamente lo que he dicho: no seguir escribiendo el Diario. El sitio web seguirá existiendo, incluirá las columnas que vaya publicando en El Mundo, meteré otros comentarios, artículos y trabajos que me dé por escribir... En fin, materiales diversos. Lo que no habrá es Diario. Sin más (ni menos). Eso es todo, de momento. Si se produce alguna otra novedad sobre el particular, ya la comunicaré.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (26 de junio de 2003). Subido a "Desde Jamaica" el 29 de junio de 2017.
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