-Pero, dime: ¿hasta qué punto comprometen al PNV sus acuerdos secretos con ETA? -me preguntan.
-Pues la verdad es que no lo sé. No tengo ni idea -contesto.
-Ya; que no quieres soltar prenda.
El común del personal hispano está convencido de que algunos periodistas tenemos información sobre todo lo habido y por haber. Sentado eso, nos exigen sin parar juicios hechos y derechos.
La culpa de que esa creencia esté tan extendida la tienen los muchos periodistas que van por la vida opinando sobre todo.
Me dejan pasmado. Lo mismo hablan de la crisis financiera y los vaivenes de las bolsas que sobre el comercio de órganos de niños latinoamericanos; con idéntico aplomo sobre los riesgos de la misión del Discovery que sobre los problemas de la bioética; con igual desenvoltura de los arcanos jurídicos de la extradición de Pinochet que de la idoneidad del modelo educativo de las ikastolas. Sobre todo tienen idea formada; todo lo juzgan sin sombra de duda, sin traza de embarazo.
Los socialistas del XIX soñaban con una sociedad idílica habitada por ciudadanos universalmente preparados. Se diría que estos periodistas son la prefiguración de la utopía socialista: actúan como si su sapiencia lo abarcara absolutamente todo. Al lado de la profundidad y extensión del saber que pretenden, la Enciclopedia Británica apenas podría tomarse como un folletito zoquete.
Nadie deduzca de lo anterior que los menosprecio o veo mal. Al contrario: los admiro.
Es muy difícil tener una opinión sobre todo. No me refiero a una opinión fundada: eso es pura y simplemente imposible. Digo una opinión; una cualquiera.
Para opinar sobre todo sin saber realmente de casi nada hay que poseer una infinita confianza en uno mismo y una fe no menos superlativa en la ignorancia de los demás, nada de lo cual está al alcance de cualquiera. Pero eso -ya de por sí muy meritorio- no es suficiente. Se requiere además maestría en el juego de dar el pego. Hay que conseguir que no se note que el discurso que se está soltando está fabricado con los leves mimbres recogidos en una muy precipitada lectura matinal de los diarios. Se debe aparentar que uno lleva la tira estudiando la cuestión y que podría redactar no menos de media docena de tesis doctorales al respecto.
Quiero decir que, para opinar de todo sin saber apenas de nada, en realidad hay que saber mucho.
Es un arte, y como tal lo aprecia el público, que es muy sabio.
Javier Ortiz. El Mundo (31 de octubre de 1998). Subido a "Desde Jamaica" el 30 de marzo de 2013.
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