¿Cómo explicar la amplitud del movimiento de oposición que ha tomado cuerpo en los últimos meses? Mucha gente se lo pregunta. Cuando voy de palique por esos mundos de Dios, alguna me lo pregunta.
Respondo: no hay una sola razón. Han confluido bastantes, y muy diversas. Una es sin duda la creciente irritación que ha provocado en la ciudadanía la evidencia de que los gobernantes daban por hecho que las tragaderas populares lo toleraban todo, por incongruente que fuera, siempre que apareciera revestido con los solemnes atributos de la autoridad.
Se habían acostumbrado a dar explicaciones cada vez más traídas por los pelos. Y, como la inmensa mayoría las aceptaba sin rechistar, ¿para qué iban a esforzarse? Al contrario: todo les incitababa a insitir en esa línea, yendo a más y más (quiero decir: a menos y menos).
Han tirado tanto de la cuerda de la credulidad que han acabado rompiéndola. Por ejemplo: era excesivo pretender que la gente se crea que los dirigentes de los EE.UU. sienten una intensa angustia por las violaciones de los Derechos Humanos en Irak, cuando ellos mismos han sido capaces de declarar, jueces mediantes, que los detenidos de Guantánamo carecen de cualquier derecho, incluidos aquellos que la Declaración Universal correspondiente reconoce a todo individuo por el mero hecho de pertenecer a nuestra especie. No les permiten reclamar nada, y mucho menos que nada el elementalísmo derecho a que se les acuse de algo y se les juzgue por ello o, en caso contrario, se les ponga en libertad.
Resulta también de auténtico bochorno escuchar a Aznar repetir hasta la saciedad que algo hay que hacer para poner fin a la masacre que está sufriendo el pueblo kurdo, fingiendo no saber: a) que Sadam Husein hace tiempo que no está en condiciones de hostigar a los kurdos, porque las Fuerzas Armadas de los EE.UU. tienen la zona bajo su supervisión; y b) que el pueblo kurdo no sólo ha sido masacrado desde Irak, sino también desde Turquía, cuyo gobierno se ha servido para tan deleznable tarea de algunas armas que alegremente le ha ido vendiendo a buen precio el Estado español. Aviones fabricados por CASA, por ejemplo.
No se trata de una flojera discursiva circunstancial. Es una muestra de la frivolidad argumental con que lo encaran todo, desde el disparate múltiple del Prestige al tren de presunta alta velocidad Madrid-Lleida. Y no es sólo cosa del Gobierno, sino una epidemia que ha hecho presa en las meninges del conjunto de la casta dominante. Porque ¿cómo explicar, si no, el disparate del Tribunal Supremo, que ha justificado la concesión de una medalla póstuma al torturador Melitón Manzanas arguyendo que, como ETA lo mató, no tuvo la posibilidad de reconvertirse en demócrata? ¡Ay, qué penita que Hitler no viviera tampoco lo suficiente para rehacer su vida y, sacando partido de su inimitable experiencia, trabajar como directivo de Gas Natural! Seguro que Manzanas habría fundado la oenegé Electrodos Sin Fronteras.
Se han pasado mucho. En demasiadas cosas. Demasiadas veces. Y demasiados a la vez.
Javier Ortiz. Diario de un resentido social (14 de marzo de 2003) y El Mundo (15 de marzo de 2003). Hay algunos cambios, pero no son relevantes y hemos publicado aquí la versión del periódico. Subido a "Desde Jamaica" el 6 de marzo de 2017.
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