Extraño fin de semana. Extraño por anodino.
Ha sido como cualquier otro de invierno, y ahí está la cosa: que debería haber resultado diferente. Primero, porque se supone que no estamos ya en invierno, y segundo porque otros años el 1 y el 2 de mayo suelen propiciar -sobre todo en Madrid, que el 2 es fiesta- un largo puente, que mucha gente aprovecha para poner tierra de por medio y, si se tercia, darse el primer baño de la temporada. Las carreteras se llenan de coches, el personal aprovecha para rescatar de la naftalina la ropa de verano...
Este año el 1 y el 2 han caído en sábado y domingo y, además, ya se sabía que iba a hacer un tiempo desapacible, con lo cual -por lo menos en Madrid- se ha movido muy poca gente.
Según vi el panorama del fin de semana, pensé que algunos saldrían ganando. Algunos, seguro: los que no se han accidentado en las carreteras. Hoy habrán ido a trabajar como cualquier otro lunes, quizá incluso malhumorados, sin saber que se han librado de una buena.
Se me ocurrió que tal vez se verían beneficiadas también las manifestaciones del 1º de Mayo. Año tras año, los jefes de los sindicatos recurren a la misma cantinela para justificar la escasa afluencia de manifestantes a los actos centrales de la capital del Reino: el puente, el buen tiempo... Esta vez no había puente y el sábado amaneció encapotado, pero no empezó a llover, por lo menos en mi barrio, hasta ya pasada la hora del inicio de las manifestaciones. Pese a lo cual, la manifestación convocada por eso que llaman con grandilocuencia «las dos grandes centrales sindicales» pudo hacer su recorrido visto y no visto.
Oí por la radio parte de los discursos de Fidalgo y Méndez. Vi que había hecho muy bien en no acudir (aunque de todos modos no hubiera podido). Me habría puesto de peor humor del que ya suelo tener. Los dos «líderes» no sólo entonaron a grandes voces sendas sartas de tópicos carentes de interés tanto por el contenido como por la forma, sino que encima se dedicaron a festejar la presencia de «los compañeros y las compañeras» del partido en el Gobierno, a los que citaron incluso por los nombres y apodos que reciben en familia. Vaya una gran jornada reivindicativa: se pasaron el rato ofreciendo su apoyo al Gobierno y sólo de pasada le hicieron alguna tímida advertencia.
Ya sé que hubo alguna otra manifestación por Madrid más combativa que ésta -cosa realmente fácil-, pero, por lo que he oído, todavía menos concurrida.
Tengo la sensación de que el 1º de Mayo, día internacional de los trabajadores (y trabajadoras) va diluyéndose en mares de burocratismo sindical. En tiempos del régimen franquista, la festividad era llamada «de San José Obrero» y algo antes, si no recuerdo mal, «de San José Artesano». No me extrañaría nada que en un futuro próximo San José Bono, tan pío él, tan «si Dios quiere» en los discursos que pronuncia no como catequista, sino como ministro, se haga cargo personalmente de la celebración de este día y se las arregle para pasear a Fidalgo y a Méndez bajo palio.
Javier Ortiz. Apuntes del natural (3 de mayo de 2004). Subido a "Desde Jamaica" el 23 de mayo de 2017.
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