Sentar en el banquillo a un sátrapa culpable de crímenes contra la Humanidad no plantea mayores problemas. Salvo que quien formule la acusación haya cometido también crímenes contra la Humanidad. Porque es muy fácil que, en tal caso, se vea en la incómoda circunstancia de que el acusado le responda al celtibérico modo, espetándole: «¡Pues mira que tú!»
Es lo que les pasó a los organizadores del juicio montado en La Haya contra Slobodan Milosevic. Lo iniciaron con ingente despliegue de medios, como gran espectáculo, pero no tardaron en ponerle sordina, tras comprobar que, si ellos tenían una larga lista de acusaciones que formular contra el expresidente yugoslavo, a él tampoco le faltaban motivos de vituperio, y no quedaba nada estético verlos expuestos a la luz del día.
Washington ha aprendido de la experiencia. El más que irregular Tribunal Especial que ha montado para juzgar a Sadam Husein no permitirá un debate sobre la actuación global del expresidente iraquí. Eso daría pie a una defensa basada en el vilipendio no menos global del comportamiento de sus enemigos, lo que resultaría muy poco conveniente. En consecuencia, ha decidido someterlo a juicio por un crimen comparativamente menor, pero suficiente para justificar la pena de muerte. Ceñida la acusación a ese caso específico, cualquier referencia a asuntos más amplios y controvertidos será considerada improcedente y, por lo tanto, silenciada.
Una vez condenado a muerte Sadam Husein y ejecutado por ese crimen concreto, del resto ya no habrá ni por qué hablar. Asunto concluido. A por otra cosa.
Mi grado de confianza en la sensibilidad de la opinión pública occidental es más bien limitado, pero me pregunto si se avendrá a hacer la vista gorda ante el cúmulo de tropelías que se ha puesto en marcha con este juicio.
La primera y principal -por lo menos para mí- es que se esté planeando dictar y ejecutar una sentencia de muerte. Ya sé que es una especialidad muy del agrado de George W. Bush, pero a mí por lo menos me revuelve las tripas.
La segunda, que pueda funcionar un tribunal que no se sabe en nombre de qué autoridad actúa, puesto que su formación ni siquiera ha sido refrendada por la ya de por sí dudosa Asamblea Nacional transitoria iraquí.
La tercera, que la defensa de Sadam Husein haya sido encomendada a un abogado que carece de experiencia, al que le han endilgado, además, un tocho de 10.000 documentos, que, por mucho que el juicio se aplace, nunca podrá estudiarse realmente.
La verdad es que a mí Sadam Husein me importa un bledo. No se trata de defenderlo a él, sino de defendernos todos de una gente que hace y deshace en el mundo entero lo que le viene en gana, sin la menor preocupación por las normas, las leyes y los derechos.
Hoy deciden acabar con Sadam Husein por la brava. Mañana puede ser el turno de cualquier otro.
Javier Ortiz. Apuntes del natural y El Mundo (20 de octubre de 2005). Subido a "Desde Jamaica" el 16 de octubre de 2017.
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